La imitación en San Pablo (9-11-2014)
LA IMITACIÓN EN SAN PABLO
Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.
San Pablo exhorta con frecuencia a imitar, emular, seguir a alguien, tomar como referencia un modelo. El Apóstol considera como modelos al Padre, Cristo, él mismo, la comunidad y otras comunidades. Veamos cuatro ejemplos que nos estimulan en nuestra vida:
1) En Ef 5,1 encontramos un llamamiento a la imitación de Dios: “Sed imitadores de Dios como hijos queridos”. El sentido de estas palabras lo sugiere el contexto: “Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo” (Ef 4,32), “y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor” (Ef 5,2). El perdón de Dios en Cristo es el ejemplo que hay que imitar. Los efesios, como “imitadores de Dios” deben ser bondadosos y misericordiosos unos con otros y deben perdonarse mutuamente. Esta imitación resulta natural porque los efesios, “como hijos queridos”, han experimentado el perdón de Dios. La acción de Dios no es solamente el modelo, sino también el motivo de la imitación. La actitud perdonadora de los efesios se identifica con el hecho de andar en amor. El modelo de ese vivir es la entrega que Cristo hizo de sí mismo. Por consiguiente, la “imitación de Dios” consiste en caminar en amor, teniendo como modelo a Cristo.
2) San Pablo exhorta a que lo imiten a él como una imitación de Cristo: “Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo” (1 Cor 11,1). Es ejemplar la actitud del Apóstol, que no busca el propio provecho: “procuro contentar en todo a todos, no buscando mi propia ventaja, sino la de la mayoría, para que se salven” (1 Cor 10,33). Esta actitud es digna de imitación porque es un reflejo de la vida de Cristo: “Tampoco Cristo buscó su propio agrado” (Rom 15,3); “pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza” (2 Cor 8,9); “el cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios” (Flp 2,6). San Pablo dice de sí mismo: “me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo con todos, para ganar, sea como sea, a algunos” (1 Cor 9,22). Por tanto, afirma: “os ruego que seáis imitadores míos” (1 Cor 4,16). Es preciso imitar su conducta humilde.
3) Encontramos exhortaciones concretas a imitar al Apóstol: “Ya sabéis vosotros cómo tenéis que imitar nuestro ejemplo: No vivimos entre vosotros sin trabajar, no comimos de balde el pan de nadie, sino que con cansancio y fatiga, día y noche, trabajamos a fin de no ser una carga para ninguno de vosotros. No porque no tuviéramos derecho, sino para daros en nosotros un modelo que imitar” (2 Tes 3,7-9). Se trata de una invitación muy específica en la que se exhorta a imitar el trabajo de San Pablo para ganarse el propio sustento. Él renunció a que la comunidad le ayudase para dar un ejemplo a los tesalonicenses. Esta exhortación nos enseña a valorar el trabajo cotidiano.
4) Lo ejemplar de San Pablo no es una acción poderosa, sino su actitud ante el sufrimiento: “Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la Palabra en medio de una gran tribulación, con la alegría del Espíritu Santo” (1 Tes 1,6). Al aceptar la Palabra de Dios, los tesalonicenses entraron en una comunión de padecimientos con el Apóstol, y se unieron a los sufrimientos de Cristo, convirtiéndose en “imitadores del Señor”. Los cristianos de Tesalónica llegaron a ser ejemplo para otras comunidades por el hecho de aceptar gozosamente el mensaje de Jesucristo y los sufrimientos inherentes.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca