Una Iglesia sin fronteras (18-1-2015).
UNA IGLESIA SIN FRONTERAS
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
Con motivo de la “Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2015, el Papa Francisco, ha escrito un “Mensaje” del que recogemos algunas afirmaciones:
1) “La Iglesia sin fronteras, madre de todos, extiende por el mundo la cultura de la acogida y de la solidaridad , según la cual nadie puede ser considerado inútil, fuera de lugar o descartable”.
2) “En una época de tan vastas migraciones, un gran número de personas deja sus lugares de origen y emprende el arriesgado viaje de la esperanza, con el equipaje lleno de deseos y de temores, a la búsqueda de condiciones de vida más humanas”.
3) “No es extraño, sin embargo, que estos movimientos migratorios susciten desconfianza y rechazo, también en las comunidades eclesiales, antes incluso de conocer las circunstancias de persecución o de miseria de las personas afectadas. Esos recelos y prejuicios se oponen al mandamiento bíblico de acoger con respeto y solidaridad al extranjero necesitado”.
4) “La fuerza de la fe, de la esperanza y de la caridad permite reducir las distancias que nos separan de los dramas humanos. Jesucristo espera que lo reconozcamos en los emigrantes y en los desplazados, en los refugiados y en los exiliados, y asimismo nos llama a compartir nuestros recursos, y en ocasiones a renunciar a nuestro bienestar”.
5) “A la globalización del fenómeno migratorio hay que responder con la globalización de la caridad y de la cooperación, para que se humanicen las condiciones de los emigrantes”.
6) “A la solidaridad con los emigrantes y los refugiados es preciso añadir la voluntad y la creatividad necesarias para desarrollar un orden económico-fnanciero más justo y equitativo, junto con un mayor compromiso por la paz, condición indispensable para un auténtico progreso”.
Los movimientos migratorios son una de las características de nuestro tiempo. En el rostro de cada emigrante o refugiado hemos de saber reconocer el rosto de Cristo sufriente. Cada persona es portadora de una historia de sufrimiento que no podemos considerar ajena. Es necesario salir al encuentro de los emigrantes, que son hermanos a los que podemos hablar con el lenguaje del amor, para hacerles visible la maternidad de la Iglesia que acoge y abraza.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca