Peregrinando hacia El Pilar (19-4-2015).
PEREGRINANDO HACIA EL PILAR
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
Con motivo del 1975 aniversario de la venida de la Virgen a Zaragoza, que, según la venerable tradición, se realizó el dos de enero del año 40 del siglo I, peregrinamos juntos hacia la Basílica de Nuestra Señora del Pilar.
No es una simple excursión, ni una visita turística. Es una auténtica peregrinación que refleja y simboliza nuestra condición de cristianos peregrinos por los caminos de la historia, seguidores del sendero de Jesús que caminamos tras sus huellas. En la peregrinación convivimos, compartimos nuestro tiempo y nuestra historia, escuchamos y expresamos nuestra realidad, nuestras preocupaciones y esperanzas, nuestras aflicciones y proyectos. Es una jornada de convivencia gozosa y festiva. Nos unimos a muchas personas procedentes de las diócesis aragonesas. Tanto a las que ya conocemos como a las que encontraremos por primera vez. No se trata de encuentros fugaces, ni de conversaciones superficiales. Es un encuentro de hermanos. Somos personas que compartimos la misma fe, nos sentimos alentados por la misma esperanza y en nuestro interior alienta el mismo amor.
Vivimos en una sociedad globalizada, en un contexto semejante. Aragón tiene unas características comunes, de modo especial en las zonas rurales, donde se experimenta el fenómeno de la despoblación y el envejecimiento.
Oramos juntos. Oímos cómo el Señor nos vuelve a repetir: “Ahí tienes a tu madre” (Jn 19,27). Le decimos a la Virgen: “vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”. Sentimos sobre nosotros su cálida mirada maternal. Le expresamos nuestra gratitud. Le presentamos nuestras súplicas. Intercedemos por los cristianos necesitados, especialmente los enfermos y ancianos. También, de un modo intenso, recordamos a los perseguidos, todos aquellos que están dispuestos a entregar todo, incluso la propia vida, para dar testimonio de fe.
Queremos decirnos unos a otros, incluso sin palabras, que merece la pena ser cristiano, no por nuestras cualidades personales, sino por el amor de Dios que ha sido derramado sobre nosotros. Experimentamos a Jesucristo como Vivo y Vivificante, Señor de la Vida.
Nos sentimos alentados y fortalecidos en nuestra condición de testigos, de discípulos misioneros. La convivencia, la comunión y la oración nos darán fuerzas para continuar caminando, para seguir construyendo la Iglesia que peregrina en Aragón, siguiendo el impulso y la orientación del Espíritu Santo.
La participación en la Eucaristía nos permitirá entrar en comunión con el Señor, recibir la fuerza que procede de Él y el aliento del Espíritu Santo para la misión. La comunión sacramental renueva nuestra existencia y nos anima a convertirnos en un canto de alabanza a Dios, siguiendo el ejemplo de la Virgen que exclama: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador”.
Nuestros familiares y amigos, nuestros vecinos y conocidos, y tantas personas con las que nos relacionamos cada día, necesitan recibir el gozoso mensaje de que Dios es amor y de que, a nuestro lado, experimentamos la presencia cercana y maternal de la Virgen María.
¡Feliz jornada de convivencia, de oración, de testimonio, de comunión y de aliento a todos!
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.