Un renovado Pentecostés (24-5-2015)

UN RENOVADO PENTECOSTÉS

      Queridos hermanos en el Señor:  

       Os deseo gracia y paz.

      Cincuenta días después del acontecimiento de la Pascua, de la muerte y resurrección del Señor Jesús, celebramos la solemnidad de Pentecostés, día en que agradecemos el don del Espíritu del Resucitado. Podemos destacar tres actitudes fundamentales en este tiempo propicio y trascendental.      

1) Actitud de oración. Lo que sucedió en los orígenes, cuando los Apóstoles, junto con la Virgen María, estaban reunidos en el Cenáculo de Jerusalén, perseverando unánimes en la oración, nos enseña, en primer lugar, a mantenernos unidos, en humilde y confiada espera, con actitud suplicante.  Han precedido días intensos de plegaria, de fervorosa y repetida invocación a Dios para recibir una renovada efusión del Espíritu Santo sobre nosotros. Hoy es un día de oración agradecida, de súplica apasionada y de plegaria comprometida. Agradecemos los dones con que el Espíritu nos obsequia, vivimos con ilusión el presente que nos regala y dirigimos nuestra mirada responsable y esperanzada hasta el futuro hacia el que nos orienta.    

2) Actitud de alabanza. Toda la creación alaba al Espíritu Creador que hizo todas las cosas con bondad y sabiduría. El mundo es fruto del amor de Dios y nuestros labios se abren para proclamar la alabanza gozosa.  La alabanza es acción de gracias, alegría en Dios, bendición por sus grandes hazañas. Alabar significa dar espacio al Espíritu Santo en nuestra vida y en nuestra historia, permitirle entrar en nuestro tiempo y en nuestro obrar. Cuando se proclama la grandeza de Dios, la humanidad no resulta empequeñecida, sino engrandecida, y el mundo queda iluminado.      

3) Actitud de renovación. El Espíritu Santo purifica los corazones, apaga el incendio del mal y enciende el fuego del amor. Hoy “el mundo brilla de alegría” y “se renueva la faz de la tierra”. “Ésta es la hora el que rompe el Espíritu el techo de la tierra, y una lengua de fuego innumerable purifica, renueva, enciende, alegra las entrañas del mundo”, canta un himno litúrgico.      

        El Espíritu Santo sigue actuando en nosotros y renovándonos en cada instante. Por ello, le suplicamos: “Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos”.      

        La acción del Espíritu Santo es incesante: “Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero”.         El Espíritu Santo es el que nos hace reconocer y proclamar que Jesús es el Señor. La fe es consecuencia de la palabra y de la obra del Espíritu en nosotros.      

       Pedimos a la Virgen María que interceda para que la Iglesia experimente un renovado Pentecostés que infunda en todos, y en especial en los jóvenes, la alegría de vivir y de anunciar el Evangelio.           

       Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+ Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

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