Carta a los confirmados (1-5-2016)
CARTA A LOS CONFIRMADOS
Queridos confirmados:
Os deseo gracia y paz.
A lo largo de los últimos años os habéis preparado para recibir la Confirmación. Habéis asistido con regularidad a las catequesis. Habéis profundizado en la oración, que, en ocasiones, teníais un tanto olvidada. Habéis hecho nuevos amigos y se ha fortalecido la amistad con quienes ya conocíais previamente. Algunos habéis participado en la Eucaristía cada domingo.
En la Confirmación habéis experimentado que Dios es Padre, os habéis sentido más firmemente unidos a Cristo, habéis recibido los dones del Espíritu Santo, se ha hecho más perfecto vuestro vínculo con la Iglesia, y se os ha concedido una fuerza especial para que, con vuestras obras y vuestras palabras, seáis verdaderos testigos de Jesucristo.
Sabéis que el gran protagonista de la Confirmación es el Espíritu Santo. En realidad, no es que vosotros confirméis la fe, sino que sois confirmados con la gracia del Espíritu, que os concede sus dones para ser testigos de Cristo en un mundo que parece no tener necesidad de Dios. El Espíritu Santo no es visible con los ojos físicos, pero sus efectos se pueden notar con claridad. San Pablo nos dice que donde está el Espíritu se percibe el fruto; es decir, amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí.
Vuestros abuelos, y especialmente vuestras abuelas, os han animado a apuntaros a catequesis. Vuestros padres han considerado que tenéis suficiente madurez y autonomía para tomar decisiones propias en el ámbito de la fe. Muchos de vuestros compañeros de clase no entienden que os sintáis miembros activos de la Iglesia, pero esperan de vosotros unas actitudes y unos comportamientos basados en la fe. A veces os preguntan: “¿Por qué te has confirmado si sigues siendo uno más, y no te distingues por ser más trabajador, más sincero, más honesto, más transparente, más generoso, más colaborador, más alegre?”.
La fe, que es una experiencia personal, no se puede vivir en soledad. En primer lugar, porque las personas no somos seres aislados, sino que formamos parte de una red de relaciones. En segundo lugar, porque reconocer a Dios como Padre nos lleva a mirar a todos los demás como hermanos y a trabajar por construir, defender y potenciar la fraternidad. En tercer lugar, porque Jesucristo nos llama a ser sus discípulos en comunidad, formando una familia que es la Iglesia.
Deseo animaros a no perder el vínculo con la Iglesia, de la que formáis parte activa y en la que siempre tendréis un lugar. La Iglesia os necesita y está a vuestro servicio. Os ofrece lo mejor de sí misma y cuenta con vosotros para sentirse renovada y rejuvenecida. La Iglesia os necesita para seguir proponiendo al mundo el testimonio vivo de Jesucristo.
Os recomiendo que no rompáis la relación con los catequistas, que os han acompañado con gran generosidad y sacrificio. No os olvidéis de los miembros del grupo de catequesis con los que habéis compartido tantas alegrías y hasta retazos de vuestra vida.
Hay muchas personas que todavía no conocen a Cristo. En sus vidas hay un enorme vacío que no pueden llenar las cosas, ni las actividades, ni las modas, ni las ideologías. ¿Por qué no colaborar para dar a conocer a Jesucristo, a quien durante estos meses de preparación habéis sentido cercano como un amigo? ¿Por qué no profundizar en una amistad que da sentido, color y calor a la vida? ¿Por qué no tomarse en serio el hecho de ser cristiano y vivir de otra manera, más intensa, más plena, más feliz?
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.