Las Unidades Pastorales, instrumentos de comunión para la misión (5-2-2017).
LAS UNIDADES PASTORALES: INSTRUMENTOS DE COMUNIÓN PARA LA MISIÓN
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
Llevamos varios meses reflexionando y rezando sobre las Unidades Pastorales. Estamos trazando un itinerario de información y de sensibilización. Y nos damos cuenta de que hemos de superar ciertas actitudes que no nos ayudan: recelo, desconfianza, desilusión, apatía, desprecio. Las Unidades Pastorales son instrumentos de comunión. No tiene sentido que nos enfrentemos, ni que desconfiemos unos de otros, ni que pensemos que esto no va con nosotros. Las Unidades Pastorales no resolverán todos nuestros problemas, pero son una propuesta integradora para una labor coordinada.
Tampoco debemos mirar exclusivamente hacia el pasado. Las Unidades Pastorales no se presentan como reivindicación de una oportunidad perdida, sino como instrumentos de evangelización para nuestra realidad presente y como propuesta esperanzada para nuestro futuro.
No se trata de trabajar más o menos. Se trata de trabajar mejor, de servir a nuestras comunidades, de acercarnos para compartir sus gozos y sus tristezas, sus éxitos y sus fracasos, sus preocupaciones y sus esperanzas. Hemos se situarnos en un “estado permanente de misión” (Evangelii gaudium 25). No nos conformamos pasivamente con la realidad que experimentamos cada día. No nos resulta indiferente el hecho de que muchas personas no conocen a Jesucristo, ni han escuchado su palabra, ni han oído su mensaje, ni se han encontrado personalmente con Él.
No aceptamos resignadamente que se ignore la Buena Noticia de la que están necesitados todos los corazones. Nuestro deseo es que la llama del Evangelio llegue a todas las personas, en todas las circunstancias de la vida, para que puedan recibir luz y puedan experimentar la presencia del Señor que se hace peregrino que acompaña. La Buena Noticia ayuda a valorar la dignidad de la vida, a encontrar apoyo en los momentos de desconsuelo, a descubrir nuevas posibilidades cuando aparentemente todos los caminos se cierran.
Estamos ante una nueva etapa evangelizadora. Hemos de secundar la inspiración del Espíritu Santo que nos llama a renovarnos en nuestro ardor misionero, en nuestros métodos evangelizadores, en nuestro lenguaje y en nuestro estilo de comunicación. Y siempre desde la fidelidad a la fe que compartimos como Iglesia.
Se trata de situarnos en una actitud renovada con el ardor de los primeros cristianos, con el impulso del Espíritu Santo, con la audacia de los discípulos de Cristo, con la valentía de los hijos de Dios Padre, con la disponibilidad para el servicio que caracteriza a los miembros de la Iglesia.
Hemos de dar pasos hacia adelante. Pequeños gestos que propician nuevas actitudes. Sencillos avances que favorecen nuevas posibilidades. Humildes progresos en la común tarea.
La misión es apasionante. La evangelización es nuestra misión esencial. Evangelizar constituye nuestra dicha, nuestra vocación y nuestra identidad. Sabemos que nuestras fuerzas son limitadas y que nuestras capacidades son reducidas. Pero nuestras posibilidades no son exclusivamente nuestras, porque estamos llamados a un movimiento de conversión misionera que protagoniza el Espíritu Santo.
Sin el Espíritu Santo todo es rutina y mera administración. Sin el Espíritu Santo podríamos llegar a ser solamente profesionales o funcionarios. Con el Espíritu Santo se disipan las incertidumbres. Él nos hace ver con mayor claridad la meta y nos acompaña con su fuerza para ir trazando el sendero.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz martorell, obispo de Jaca y de Huesca.