Comparte lo que importa (11-2-2018)
COMPARTE LO QUE IMPORTA
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
Compartir establece un vínculo entre personas. Se puede compartir el tiempo, las capacidades, las cualidades personales, las habilidades naturales o adquiridas, lo que se tiene y, fundamentalmente, lo que se es.
Estamos acostumbrados a un ritmo de aparente comunicación en el que se comparten informaciones innecesarias, datos que no interesan. Hay un deseo de estar siempre en contacto, pero los lazos son efímeros y las relaciones superficiales. Se suele compartir lo prescindible. Manos Unidas nos exhorta a compartir lo que importa. Por ello acogemos con entusiasmo y ánimo comprometido la campaña de este año.
Cuando prestamos atención a las noticias que nos llegan a través de los medios de comunicación social, percibimos un abismo creciente entre un grupo de sociedades selectas y una mayoría de pueblos oprimidos por la injusticia, devastados por las catástrofes naturales, el hambre, la malnutrición, las epidemias, las enfermedades endémicas, la carencia de condiciones higiénicas y sanitarias para el desarrollo armónico de la salud.
El cambio climático y los conflictos violentos han contribuido lamentablemente a aumentar el número de personas hambrientas en el mundo. En el año 2016 llegaban hasta casi 815 millones de personas, 40 millones más que en 2015.
En la Encíclica Laudato si', el Papa Francisco nos exhorta a “pasar del consumo al sacrificio, de la avidez a la generosidad, del desperdicio a la capacidad de compartir” (nº 9).
Y nos recuerda la legislación del Antiguo Testamento que establecía: “Aquellos que cultivaban y custodiaban el territorio tenían que compartir sus frutos, especialmente con los pobres, las viudas, los huérfanos y los extranjeros: "Cuando coseches la tierra, no llegues hasta la última orilla de tu campo, ni trates de aprovechar los restos de tu mies. No rebusques en la viña ni recojas los frutos caídos del huerto. Los dejarás para el pobre y el forastero" (Lv 19,9-10)” (Laudato si', 71).
Crece la inseguridad alimentaria en los países sacudidos por conflictos bélicos. Es vital continuar con los esfuerzos humanitarios para compartir alimentos con las comunidades que sufren hambre y por mantener y preservar sus medios de subsistencia.
No podemos acostumbrarnos a escuchar reiteradamente los nombres de países como Afganistán, Burundi, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Guinea Bissau, Haití, Irak, Líbano y los refugiados sirios, Liberia, Malí, Somalia, Sudán del Sur, Siria, Ucrania, Yemen, la zona transfronteriza del lago Chad, India, Etiopía, El Salvador, Perú y muchos otros países de África, América, Asia y Oceanía. Ya es hora de que dejemos de asociar estos países a necesidad, penuria y hambre. Estos nombres tienen que sonarnos a fraternidad y a convivencia, a salud y vida.
No debemos olvidar los rostros de tantos niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos que necesitan todo porque no poseen nada material, pero que tienen una gran dignidad que merece nuestra consideración, nuestro respeto y nuestra colaboración.
Es preciso compartir lo que importa. Es necesario dejar de perder el tiempo en comunicaciones inútiles para dedicarnos a unir nuestras manos con miles de personas generosas que, cada día, declaran la guerra al hambre.
La capacidad de compartir crece y se desarrolla. Se incrementa con cada gesto de ayuda. Se difunde con nuevas actitudes de consumo. Aumenta cuando distinguimos entre lo que importa y lo que es accesorio y prescindible.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca