"Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría" -Mt. 24, 12- (18-2-2018)
“AL CRECER LA MALDAD, SE ENFRIARÁ EL AMOR EN LA MAYORÍA” (Mt 24,12)
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
El Santo Padre Francisco ha escrito un Mensaje para la Cuaresma 2018 titulado “Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría” (Mt 24,12). Desea “ayudar a toda la Iglesia a vivir con gozo y verdad este tiempo de gracia” porque “nos sale al encuentro la Pascua del Señor”.
El texto del evangelio se encuentra en el discurso que habla del fin de los tiempos, pronunciado en el Monte de los Olivos, donde comienza la pasión de Jesús, y describe la situación que puede vivir la comunidad creyente. En medio de los acontecimientos dolorosos, algunos falsos profetas engañarán a muchos hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones.
Algunos de estos falsos profetas son como “encantadores de serpientes” que “se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas”. Otros son “charlatanes” que “ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos”, pero sus remedios resultan completamente inútiles. Son estafadores y “no sólo ofrecen cosas sin valor sino que quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar”.
Escribe el Papa: “Dante Alighieri, en su descripción del infierno, se imagina al diablo sentado en un trono de hielo; su morada es el hielo del amor extinguido”.
Continúa diciendo: “Lo que apaga la caridad es ante todo la avidez por el dinero, "raíz de todos los males" (1 Tm 6,10); a esta le sigue el rechazo de Dios y, por tanto, el no querer buscar consuelo en él, prefiriendo quedarnos con nuestra desolación antes que sentirnos confortados por su Palabra y sus Sacramentos. Todo eso se transforma en violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras "certezas": el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a muestras expectativas”.
Y añade: “También la creación es un testigo silencioso de este enfriamiento de la caridad: la tierra está envenenada a causa de los desechos arrojados por negligencia e interés; los mares, también contaminados, tienen que recubrir por desgracia los restos de tantos náufragos de las migraciones forzadas; los cielos -que en el designio de Dios cantan su gloria- se ven surcados por máquinas que hacen llover instrumentos de muerte”.
La Iglesia nos ofrece “además de la medicina a veces amarga de la verdad”, “el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno”.
El tiempo dedicado a la oración “hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos, para buscar finalmente el consuelo en Dios”.
“El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío”.
El ayuno “debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer”.
En la noche de Pascua encenderemos el cirio pascual con la luz que proviene del “fuego nuevo” que disipará la oscuridad e iluminará la asamblea litúrgica. El Papa formula un deseo: “Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu”.
Os deseo una santa Cuaresma.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+ Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca