Jesucristo Rey del Universo (25-11-2018)
JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
El año litúrgico culmina con la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. Durante los últimos meses no hemos recorrido un circuito que se repite anualmente, porque la historia de salvación no es un círculo cerrado y reiterado. La historia es una trayectoria lineal que avanza, en medio de progresos, pausas y contradicciones, hacia su plenitud, que es Cristo. A lo largo del año litúrgico se celebran los misterios de su vida, pasión, muerte y resurrección. Al contemplar a Jesucristo realizamos una triple mirada: hacia arriba, alrededor y hacia dentro.
1) Mirar hacia arriba: la belleza, el equilibrio y la armonía de la creación nos hablan de un proyecto de amor que nos antecede y envuelve. Las estrellas y los planetas se mueven con un ritmo pautado, escrito desde la eternidad de Dios. Nos comunican un mensaje que nos estremece y conmueve. El sol y la luna acuden a su cita cotidiana para alabanza del Creador. Nada hay ajeno a la voluntad de amor de Dios. Cada amanecer, cada ocaso, son oportunidad de gracia para vivir el agradecimiento. Las nubes y el viento dibujan la huella de un arte supremo y bello. La lluvia fina y las tormentas riegan la tierra con la bendición del Altísimo.
2) Mirar alrededor: las montañas, las llanuras, los mares, los manantiales y los ríos nos ofrecen algo más que un escenario. Son, en sí mismos, testimonio de vida. Aquí vivimos, rodeados de árboles, de vegetación, de animales domésticos y salvajes. Aquí convivimos con muchas personas que necesitan conocer y reconocer a Jesucristo. A nuestro alrededor, delante, detrás y junto a nosotros, descubrimos miles de rostros de hermanos que nos acompañan en nuestra peregrinación vital. Todos son hijos de Dios. Todos comparten nuestra misma dignidad. En ocasiones, el rostro de los hermanos aparece desfigurado. Sus ojos expresan miedo, incertidumbre. Sus manos están cuarteadas por el esfuerzo. Hasta llevan en su cuerpo señales de violencia. Sus pies están cansados. Sus rodillas flaquean. Se estremecen de hambre o de frío. Experimentan el sinsentido y se hacen miles de preguntas que no encuentran respuesta, ni eco. Necesitan escuchar a Cristo y el mensaje más elocuente es nuestra propia vida.
Jesucristo, Rey del Universo, el Viviente, nos muestra a los más vulnerables y descartados, con los que Él se identifica. Jesucristo nos enseña a mirar, no solamente a ver. De Jesucristo aprendemos su mirada compasiva, el estremecimiento de sus entrañas, la conmoción de su corazón ante las multitudes que no tienen pastor, ni guía, ni horizonte.
3) Mirar dentro. Jesucristo habita en nuestro interior. En el silencio, pero no en la incomunicación. En la sala más íntima, pero no en el intimismo solitario y desgarrador, sino en la intimidad solidaria. En el interior del castillo. En la soledad sonora, no en la soledad poblada de aullidos.
Jesucristo, que ha plantado su tienda entre nosotros, viene a habitar en nosotros, en comunión eterna con el Padre y el Espíritu Santo. Nos descubrimos habitados. Nos sentimos acompañados. También nosotros somos comunión.
Jesucristo es Rey del Universo grande, extenso, dilatado. Y es Rey de cada universo personal y comunitario. También reina en el pulso y la respiración de cada ser humano, en el equilibrio de los órganos, en la fluidez de los sentidos, en la salud y en la enfermedad.
Su manera de reinar es discreta y efectiva. Reina sirviendo. Reina acompañando. Reina amando. Su reino es justicia, verdad, paz, amor y vida. Demos gracias a Jesucristo, Rey del Universo, en todo momento y en cualquier circunstancia.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca