La fuerza del "sí" de la Virgen María (12-5-2019)
LA FUERZA DEL “SÍ” DE LA VIRGEN MARÍA
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
Durante el mes de mayo dirigimos nuestra mirada hacia la Virgen María. En la mayoría de las parroquias y comunidades hay muchas iniciativas: romerías, peregrinaciones, visitas a santuarios, actos de piedad, celebraciones litúrgicas. La piedad popular es rica en manifestaciones de afecto filial a la Madre de Dios. Según el Papa Francisco “hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia” (Evangelii gaudium, 288). La Virgen Madre está constantemente presente en el camino de fe del Pueblo de Dios. María nos muestra a Jesús y nos dice que su Hijo vive, que es nuestra esperanza y que “todo lo que Él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida” (Christus vivit, 1).
En la Exhortación apostólica Christus vivit el Papa Francisco escribe sobre la presencia de Cristo en nuestras vidas: “Él está en ti, Él está contigo y nunca se va. Por más que te alejes, allí está el Resucitado, llamándote y esperándote para volver a empezar. Cuando te sientas avejentado por la tristeza, los rencores, los miedos, las dudas o los fracasos, Él estará allí para devolverte la fuerza y la esperanza” (Christus vivit, 2).
María es introducida en el misterio de Cristo a través de la anunciación del ángel. Hay algo que merece nuestra consideración: “Siempre llama la atención la fuerza del "sí" de María joven. La fuerza de ese "hágase" que le dijo al ángel. Fue una cosa distinta a una aceptación pasiva o resignada. (…) María (…) era decidida, supo de qué se trataba y dijo "sí", sin vueltas. Fue algo más, fue algo distinto. Fue el "sí" de quien quiere comprometerse y el que quiere arriesgar, de quien quiere apostarlo todo, sin más seguridad que la certeza de saber que era portadora de una promesa” (Christus vivit, 44).
María está presente cuando se realiza el sacrificio de la cruz de Cristo. La aceptación activa del proyecto de Dios llevó a la Virgen María hasta el sufrimiento más atroz: “Sin ceder a evasiones ni espejismos, "ella supo acompañar el dolor de su Hijo […] sostenerlo en la mirada, cobijarlo con el corazón. Dolor que sufrió, pero no la resignó. Fue la mujer fuerte del ´sí`, que sostiene y acompaña, cobija y abraza. Ella es la gran custodia de la esperanza […]. De ella aprendemos a decir ´sí` en la testaruda paciencia y creatividad de aquellos que no se achican y vuelven a comenzar"” (Christus vivit, 45).
La Virgen María sigue acompañándonos, en medio de nuestras fatigas cotidianas, para que continuemos creyendo, esperando y amando, de modo que seamos siempre testigos creíbles del amor de Jesucristo. Ella es nuestro ejemplo y nuestro modelo.
María nos enseña a crecer en nuestra fiel adhesión a Jesucristo y en el amor servicial a los hermanos. Cuando en el mes de mayo dirigimos nuestra mirada hacia la Virgen María, damos gracias al Señor porque nos sentimos acompañados en nuestro caminar peregrinante, porque encontramos luz en medio de nuestras inquietudes y preocupaciones, aliento para nuestro cansancio, esperanza cuando hemos experimentado abatimiento.
La Virgen María nos exhorta a mirar con atención a los hermanos, a hacernos cercanos, próximos, a compartir sus inquietudes y proyectos, a sanar sus heridas, a sentir responsabilidad por el futuro común. Todo, hasta los más mínimos detalles, requiere una fuerza que no procede solamente de nuestras capacidades. Volvamos nuestra mirada a María Santísima que se hace maternalmente presente y partícipe en los múltiples y complejos problemas que acompañan la vida de las personas, de las familias y de los pueblos. Invoquemos con confianza su poderosa intercesión para que la humanidad se abra al mensaje evangélico y viva en fraternidad.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca