Una pausa estival (28-7-2019)
UNA PAUSA ESTIVAL
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
Cada semana, a través de las páginas de “Iglesia en Aragón”, se nos abre un horizonte, una ventana que nos permite conocer más y mejor la vida y la misión de la Iglesia. En ocasiones, esta ventana se transforma en un espejo que nos devuelve nuestra propia imagen de Pueblo de Dios en camino, comunidad de creyentes en salida, peregrinos testigos de la Buena Noticia. Cada semana, un grupo de profesionales, redactores, equipo de diseño y maquetación, voluntarios, repartidores hacen posible una comunicación viva, estimulante, en la que se comparten experiencias, conocimientos, reflexiones, noticias, acontecimientos.
Durante el mes de agosto, cuando los pueblos se vuelven a llenar de vida y de fiesta, necesitamos una pausa en este precioso instrumento de información y de comunicación. Es preciso renovar la mente y el corazón. Las actividades son compatibles con la lectura reflexiva, con la escucha atenta, con el aprendizaje de nuevos conocimientos y destrezas. El espíritu se enriquece cuando se abre a la acción fecunda de Dios en nuestras vidas. Dios utiliza todos los lenguajes para comunicar con nosotros y para comunicarse con nosotros: el lenguaje de las estrellas, el de la Sagrada Escritura, el de las grandes hazañas de la historia de la salvación, el del Hijo hecho hombre, el de los acontecimientos de cada día, el de los sacramentos, el de la vida litúrgica, el lenguaje de los pobres y hasta el murmullo del silencio.
A lo largo de las próximas semanas no estaremos en contacto a través del papel ennoblecido con tintas de diferentes colores. Pero tendremos un noble papel que desarrollar, personal y comunitariamente, para llenar de color la vida de cada jornada. La comunicación continuará con otros registros y con diferentes tonalidades, pero con la misma intención: dar a conocer el pulso vivo de la Iglesia que peregrina en Aragón. Así podremos ser, también nosotros, texto vivo, escrito con la tinta fresca de nuestro existir cotidiano. Benedicto XVI afirmaba en su “Mensaje” para la “XLVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales” que el silencio y la palabra son “dos momentos de la comunicación que deben equilibrarse, alternarse e integrarse para obtener un auténtico diálogo y una profunda cercanía entre las personas”.
Benedicto XVI escribió: “El silencio es parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido. En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo expresarnos. Callando se permite hablar a la persona que tenemos delante, expresarse a sí misma; y a nosotros no permanecer aferrados sólo a nuestras palabras o ideas, sin una oportuna ponderación. Se abre así un espacio de escucha recíproca y se hace posible una relación humana más plena. (…) Del silencio, por tanto, brota una comunicación más exigente todavía, que evoca la sensibilidad y la capacidad de escucha que a menudo desvela la medida y la naturaleza de las relaciones. Allí donde los mensajes y la información son abundantes, el silencio se hace esencial para discernir lo que es importante de lo que es inútil y superficial”.
¡Feliz y merecido descanso a los que tenéis la responsabilidad directa del regalo semanal de “Iglesia en Aragón”!
¡Hasta septiembre, si Dios quiere!
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca