Carta a los jóvenes de confirmación (3-11-2019)
CARTA A LOS JÓVENES DE CONFIRMACIÓN
Queridos jóvenes:
Os deseo gracia y paz.
En medio de las actividades de cada semana, habéis encontrado un tiempo para la catequesis de Confirmación. Es una buena oportunidad para conocer más y mejor a Jesucristo, para experimentar por dentro lo que significa ser Iglesia, para profundizar en el sentido de los sacramentos y del compromiso cristiano, para entender que la vida tiene valor y sentido.
En la catequesis fortalecéis los lazos de amistad con vuestros compañeros, planteáis preguntas, esas preguntas que os hacéis con frecuencia. También escucháis con mayor atención y profundidad, e incluso con mayor amplitud, la Palabra de Dios, sobre todo los evangelios, y os dais cuenta de cómo actúa Jesús, de cuáles son sus palabras más importantes, de cómo dedica tiempo prolongado para orar en lugares solitarios. Los encuentros de Jesús con las personas son muy significativos.
Quien se acerca a Jesús queda cambiado, sanado, mejorado en su vida y en su capacidad de crecer. Quien se encuentra con Jesús descubre en Él una mirada diferente. La mirada de Jesús no es excluyente. Jesús mira con benevolencia, acoge con amor, escucha con atención, no desoye los gritos de los necesitados, no desatiende las súplicas de los desfavorecidos, no pasa deprisa ni se queda lejos. Se acerca, se compadece, toca, sana, devuelve la dignidad, la vista, la salud, el movimiento y la vida.
Vuestras inquietudes se centran en cuestiones urgentes e inmediatas: los exámenes, los trabajos escolares, las competiciones deportivas. Pero también dedicáis una parte importante de vuestro tiempo a escuchar música, a ver series televisivas o películas de cine, a divertiros en grupo, a realizar excusiones. Todo ello va consolidando vuestra personalidad.
De vez en cuando visitáis a vuestros abuelos. No está bien que mientras estáis con los mayores mantengáis una atención desproporcionada a los teléfonos móviles. Es bueno escuchar a los mayores, aprender de ellos, reconocer su experiencia, porque ellos son testigos de una historia que no hay que olvidar. Los mayores son como las raíces de los árboles. Y sin raíces no hay vida ni frutos.
El diálogo con vuestros padres probablemente no atraviesa el mejor momento. Sobre todo si ellos acentúan más vuestras equivocaciones que vuestros logros. Vivimos en una sociedad en la que se aprecian más los resultados que el proceso y el esfuerzo. Sabéis que, en ocasiones, os esforzáis y no alcanzáis los objetivos. ¡No os desaniméis! Es preciso seguir caminando y superando las dificultades. El Espíritu Santo viene en vuestra ayuda, para que sepáis hablar con libertad con vuestros padres y escucharles con sencillez y atención.
Hay ocasiones en las que pensáis que podéis hacer poco, que no tenéis recursos, ni capacidades, ni opciones, ni posibilidades. Jesús os dice: “yo estoy contigo”. Jesús os invita a escuchar su palabra, os alimenta en la Eucaristía, comparte su vida con vosotros. Y a su lado todo se transforma. El Espíritu Santo es el agente principal de esta transformación. El Espíritu Santo es como el viento: no lo vemos, pero sentimos sus efectos. En la catequesis iréis conociéndole poco a poco y os sentiréis habitados por su presencia y fortalecidos por su impulso.
El Espíritu Santo es quien inscribe en vuestros corazones las palabras del Papa Francisco sobre Jesucristo: “Él está en ti, Él está contigo y nunca se va. Por más que te alejes, allí está el Resucitado, llamándote y esperándote para volver a empezar. Cuando te sientas avejentado por la tristeza, los rencores, los miedos, las dudas o los fracasos, Él estará allí para devolverte la fuerza y la esperanza” (Christus vivit, 2).
Recibid un cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca