"En nombre de Cristo, hermanos, os pedimos que os reconciliéis con Dios" (2 Cor 5, 29)
“EN NOMBRE DE CRISTO OS PEDIMOS QUE OS RECONCILIÉIS CON DIOS” (2 Cor 5,20)
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz. El Papa Francisco, en su “Mensaje para la Cuaresma 2020”, nos dice: “El Señor nos vuelve a conceder este año un tiempo propicio para prepararnos a celebrar con el corazón renovado el gran Misterio de la muerte y resurrección de Jesús, fundamento de la vida cristiana personal y comunitaria”.
El Misterio pascual es el fundamento de nuestra conversión: “La alegría del cristiano brota de la escucha y de la aceptación de la Buena Noticia de la muerte y resurrección de Jesús: el kerygma. En este se resume el Misterio de un amor "tan real, tan verdadero, tan concreto, que nos ofrece una relación llena de diálogo sincero y fecundo" (Christus vivit, 117)”.
El Papa recuerda las palabras dirigidas a los jóvenes en la Exhortación apostólica Christus vivit: “Mira los brazos abiertos de Cristo crucificado, déjate salvar una y otra vez. Y cuando te acerques a confesar tus pecados, cree firmemente en su misericordia que te libera de la culpa. Contempla su sangre derramada con tanto cariño y déjate purificar por ella. Así podrás renacer, una y otra vez” (n. 123).
El Santo Padre nos dirige estas palabras sobre la urgencia de la conversión: “Es saludable contemplar más a fondo el Misterio pascual, por el que hemos recibido la misericordia de Dios. La experiencia de la misericordia, efectivamente, es posible sólo en un "cara a cara" con el Señor crucificado y resucitado "que me amó y se entregó por mí" (Ga 2,20). Un diálogo de corazón a corazón, de amigo a amigo. Por eso la oración es tan importante en el tiempo cuaresmal. Más que un deber, nos muestra la necesidad de corresponder al amor de Dios, que siempre nos precede y nos sostiene”.
La oración es uno de los elementos característicos del tiempo cuaresmal. Más que una obligación, es una correspondencia al amor precedente de Dios. Santa Teresa del Niño Jesús escribió: “Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la alegría”.
El Papa destaca la apasionada voluntad de Dios de dialogar con sus hijos. A pesar de la presencia del mal en nuestra vida, en la vida de la Iglesia y en el mundo, Dios no interrumpe el diálogo de salvación con nosotros.
Existe una riqueza que debemos compartir y no acumular sólo para nosotros: “Poner el Misterio pascual en el centro de la vida significa sentir compasión por las llagas de Cristo crucificado presentes en las numerosas víctimas inocentes de las guerras, de los abusos contra la vida tanto del no nacido como del anciano, de las múltiples formas de violencia, de los desastres medioambientales, de la distribución injusta de los bienes de la tierra, de la trata de personas en todas sus formas y de la sed desenfrenada de ganancias, que es una forma de idolatría”.
“Hoy sigue siendo importante recordar a los hombres y mujeres de buena voluntad que deben compartir sus bienes con los más necesitados mediante la limosna, como forma de participación personal en la construcción de un mundo más justo”.
La limosna es otro de los elementos peculiares de este tiempo propicio de Cuaresma. La limosna es el sendero que nos indica el auténtico valor de las cosas. No podemos acumularlo todo para nosotros creyendo, ingenuamente, que los bienes nos aseguran el futuro. El futuro pertenece al Señor y Él nos invita a reconocer el proyecto que ha puesto en la creación y en nuestro corazón.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca