Con ilusión y sin excepciones (6-9-2020)
CON ILUSIÓN Y SIN EXCEPCIONES
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
Comenzamos un nuevo curso pastoral en medio de una situación sanitaria marcada por la incertidumbre. El trabajo, la vida familiar, las actividades docentes, el desarrollo de la cultura, la catequesis, las celebraciones litúrgicas, la atención socio-caritativa y tantas realidades que consideramos cotidianas se ven marcadas por la necesidad de observar las normas de prevención.
Sin embargo, este es un momento favorable, una ocasión propicia, un tiempo oportuno para el testimonio creíble, para la siembra esperanzada en el terreno de la evangelización, para la celebración gozosa y cuidada de los sacramentos, para el incremento de la fantasía de la caridad.
No todo es incertidumbre. Hay una certeza que nos ilusiona y nos apasiona: es preciso dar a conocer a Jesucristo para que pueda ser reconocido y amado. Todas las circunstancias son oportunas para el anuncio y la vivencia del Evangelio. Nuestro mundo, nuestras parroquias y comunidades, cada una de las personas con las que nos encontramos diariamente, necesitan con urgencia que la Buena Noticia llegue a los corazones para transformar las vidas.
La misión no se agota. Es más, es más necesaria que nunca. No sería bueno que descubriésemos solamente condicionantes, dificultades y obstáculos. Vivimos tiempos recios, pero no se puede dejar pasar la oportunidad de gracia que el Señor nos concede. La tarea nos urge. Y no solamente valoramos lo que hacemos o lo que podemos hacer, sino que hemos de poner el acento en quiénes somos.
Y somos, personalmente, cada uno con su historia y sus circunstancias, personas amadas por Dios. El Padre tiene sobre nosotros un proyecto de amor y de salvación. Hemos sido redimidos por el sacrificio vital de Jesucristo. Somos guiados por la divina providencia. El Espíritu Santo nos enriquece con los carismas que nos concede para el bien común. Formamos parte de la Iglesia que nos acompaña y estimula.
No estamos solos y nuestra colaboración personal, aunque sea humilde, resulta imprescindible. Desde el Evangelio, todos estamos llamados a dar una respuesta a la situación que vivimos: sacerdotes, miembros de institutos de vida consagrada y de sociedades de vida apostólica, catequistas, educadores en la fe, animadores litúrgicos, integrantes de instituciones socio-caritativas, voluntarios, miembros de movimientos y asociaciones, miembros de cofradías y hermandades, equipos de formación, grupos de espiritualidad, grupos de revisión de vida, grupos de lectura creyente de la Palabra, equipos de animación musical, grupos de limpieza de templos y de locales parroquiales, etc. Todos, con ilusión y sin excepciones.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca