Un renovado sí a la vida (25-10-2020)

UN RENOVADO SÍ A LA VIDA

   Queridos hermanos en el Señor:
   Os deseo gracia y paz.

    Benedicto XVI dijo en Madrid el 18 de agosto de 2011: “Sí, hay muchos que, creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos. Desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo o lo injusto; decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras de otras preferencias; dar en cada instante un paso al azar, sin rumbo fijo, dejándose llevar por el impulso de cada momento. Estas tentaciones siempre están al acecho. Es importante no sucumbir a ellas, porque, en realidad, conducen a algo tan evanescente como una existencia sin horizontes, una libertad sin Dios”.
    En el espacio público se plantea un nuevo y cruel acecho a la vida, especialmente a la más frágil. Se pretende discernir sobre el valor de la vida de enfermos, ancianos, quienes tienen reducidas sus capacidades físicas, quienes sufren diversos tipos de patologías, quienes no saborean el gusto de vivir.
    Hay quienes, lamentablemente, no tienen curación, pero esto no significa que no puedan ser atendidos, cuidados, acompañados. En las fases críticas y terminales de la vida humana se puede hacer mucho, de enorme calidez y de gran calidad, al servicio del bien integral de la vida y de la dignidad y el valor de todas las personas.
     El cuidado de las personas enfermas posee un gran significado y existe una responsabilidad social ante los más vulnerables. Están en juego el fundamento de la convivencia y la estructura de la misma sociedad.
     Hay ocasiones en que el esfuerzo asistencial desemboca en sucesivas muestras de debilidad y fragilidad, pero la relación de cuidado que se establece con los enfermos siempre debe promover la vida y evitar hacer daño. Ante la vulnerabilidad se debe responder con respeto a través del apoyo físico, psicológico, social, familiar y religioso.
     “Todo enfermo tiene necesidad no solo de ser escuchado, sino de comprender que el propio interlocutor "sabe" qué significa sentirse solo, abandonado, angustiado frente a la perspectiva de la muerte, al dolor de la carne, al sufrimiento que surge cuando la mirada de la sociedad mide su valor en términos de calidad de vida y lo hace sentir una carga para los proyectos de otras personas” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Samaritanus bonus, II).
      “La calidad del amor y del cuidado de las personas en las situaciones críticas y terminales de la vida contribuye a alejar de ellas el terrible y extremo deseo de poner fin a la propia vida” (ibid., V, 10).

       Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

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