Pastores misioneros en Adviento (6 y 13-12-2020)

PASTORES MISIONEROS EN ADVIENTO

    Queridos hermanos en el Señor:
    Os deseo gracia y paz.

    El año litúrgico hace vivos y eficaces en el hoy de cada día las realidades y acontecimientos de salvación que han iluminado y transfigurado la historia, para que podamos vivir orientados hacia el futuro con esperanza. En la vida de la humanidad se ha depositado una semilla de eternidad que está llamada a abrirse, florecer y crecer.
    1) Adviento es el tiempo propicio, la ocasión favorable, para acoger la venida de Jesús que se acerca a nosotros. La Iglesia asume una actitud de peregrinación, de camino hacia Cristo, sentido y plenitud de la vida. La espera de Jesús que viene se traduce en un compromiso de vigilancia. Es preciso despertar del letargo de la mediocridad, abrir los ojos y mirar el horizonte, tener el corazón libre y orientado en la dirección correcta y realizar gestos concretos de servicio y entrega.
El Papa Francisco nos anima a prepararnos para la Navidad dedicando momentos a la oración, meditando a la luz de la Palabra de Dios, para que el Espíritu Santo ilumine nuestro camino y transforme nuestros corazones, en la espera del Nacimiento de Jesucristo.
     2) En la solemnidad de la Inmaculada Concepción celebraremos el Día del Seminario, que, debido a la pandemia Covid-19, no pudimos vivir en el mes de marzo. La Iglesia agradece al Señor el regalo de las vocaciones sacerdotales y se compromete en la formación de los seminaristas. Es importante custodiar y cultivar las vocaciones para que produzcan frutos maduros.
      Los seminaristas deben cultivar una auténtica y filial devoción a la Virgen María, tanto en las celebraciones litúrgicas como en la piedad popular. San Juan Pablo II escribió: “Cada aspecto de la formación sacerdotal puede referirse a María como la persona humana que mejor que nadie ha correspondido a la vocación de Dios; que se ha hecho sierva y discípula de la Palabra hasta concebir en su corazón y en su carne al Verbo hecho hombre para darlo a la humanidad; que ha sido llamada a la educación del único y eterno Sacerdote, dócil y sumiso a su autoridad materna. Con su ejemplo y mediante su intercesión, la Virgen santísima sigue vigilando el desarrollo de las vocaciones y de la vida sacerdotal en la Iglesia” (Pastores dabo vobis, 82).
      En esta solemnidad rezamos diciendo: “Que María, Madre y educadora de Jesús, interceda por cada una de las comunidades cristianas, para que, hechas fecundas por el Espíritu Santo, sean fuente de auténticas vocaciones al servicio del pueblo santo de Dios”.

      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

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