Una fuerza extraordinaria (27-6-2021)

UNA FUERZA EXTRAORDINARIA

      Queridos hermanos en el Señor:
      Os deseo gracia y paz.

      San Pablo escribe: “El Dios que dijo: Brille la luz del seno de las tinieblas ha brillado en nuestros corazones, para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo” (2 Cor 4,6). Y añade: “Pero llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros” (2 Cor 4,7).
      Durante el mes de junio dirigimos nuestra mirada agradecida al Sagrado Corazón de Jesús. Al contemplar su costado abierto, de donde brotan sangre y agua; es decir, toda la vida sacramental, representada en la eucaristía y el bautismo, experimentamos el ansia y la pasión por iluminar a todos los pueblos con la luz de Cristo.
      San Pablo afirma que el Evangelio es “fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree” (Rm 1,16). La proclamación de la Buena Noticia, el anuncio del kerigma, posee un potente dinamismo, genera un torrente de vida nueva, capaz de cambiar la historia del universo y la existencia de cada persona. Dice el Apóstol: “vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20).
       El Cardenal Christoph Schönborn escribió: “La fe forma un todo; no tiene más que un solo corazón, un solo centro; Jesucristo, el Hijo de Dios vivo. Así, Cristo debe estar en el centro de nuestra catequesis. Ésta tiene como objetivo poner a los hombres en "comunión con Jesucristo: sólo Él puede conducir al amor del Padre en el Espíritu y hacernos participar en la vida de la Santísima Trinidad", pues "en Él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento". Las Verdades más preciosas de la fe provienen todas, por así decir, de ese tesoro que es el Corazón de Jesús” (Edouard Glotin, La Biblia del Corazón de Jesús, Monte Carmelo, Burgos 2009, 509).
       En el nº 25 del “Catecismo de la Iglesia Católica” encontramos una cita del “Catecismo Romano”: “Toda la finalidad de la doctrina y de la enseñanza debe ser puesta en el amor que no acaba. Porque se puede muy bien exponer lo que es preciso creer, esperar o hacer; pero sobre todo debe resaltarse que el amor de Nuestro Señor siempre prevalece, a fin de que cada uno comprenda que todo acto de virtud perfectamente cristiano no tiene otro origen que el amor, ni otro término que el amor (Catecismo Romano, Prefacio, 10)”.

      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

 

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