"SANTIFICADO SEA TU NOMBRE" (4-7-2021)

“SANTIFICADO SEA TU NOMBRE”

    Queridos hermanos en el Señor:
    Os deseo gracia y paz.

    El Padrenuestro es “el resumen de todo el Evangelio" (Tertuliano), “es la más perfecta de las oraciones” (Santo Tomás de Aquino).
    El “Catecismo de la Iglesia Católica” explica en los números 2807 a 2815 el significado de las palabras “Santificado sea tu nombre”.
    El término “santificar” significa reconocer como santo, tratar de una manera santa. Esta invocación es una alabanza y una acción de gracias. Desde la primera petición a nuestro Padre, estamos sumergidos en el misterio íntimo de su Divinidad. Pedirle que su Nombre sea santificado significa pedir que, con nuestra vida y con nuestra oración, el Nombre de Dios sea conocido y bendecido por todos los hombres. Dios revela su Nombre realizando su obra. Esta obra se realiza para nosotros y en nosotros si su Nombre es santificado por nosotros y en nosotros.
    Dios empieza a revelar su Nombre a Moisés (cf Ex 3,14) y lo manifiesta a los ojos de todo el pueblo salvándolo de los egipcios. Desde la Alianza del Sinaí, este pueblo es “suyo” y debe ser una “nación santa” porque el Nombre de Dios habita en él.
    El Nombre de Dios Santo se nos ha revelado y dado, en la carne, en Jesús, como Salvador. Jesús nos “manifiesta” el Nombre del Padre (Jn 17,6) porque “santifica” él mismo su Nombre. Al terminar su Pascua, el Padre le da el Nombre que está sobre todo nombre: Jesús es Señor para gloria de Dios Padre (cf Flp 2,9-11).
Depende inseparablemente de nuestra vida y de nuestra oración que su Nombre sea santificado entre las naciones. “Pedimos a Dios santificar su Nombre porque él salva y santifica a toda la creación por medio de la santidad... Se trata del Nombre que da la salvación al mundo perdido pero nosotros pedimos que este Nombre de Dios sea santificado en nosotros por nuestra vida” (San Pedro Crisólogo).
    Cuando decimos “santificado sea tu Nombre”, “pedimos que sea santificado en nosotros que estamos en él, pero también en los otros a los que la gracia de Dios espera todavía para conformarnos al precepto que nos obliga a orar por todos” (Tertuliano).
    La conciencia de que el encuentro con Dios promueve y exalta la dignidad del hombre lleva a éste a orar así: “Santificado sea tu nombre”, es decir: “Se haga luminoso en nosotros tu conocimiento, para que podamos conocer la amplitud de tus beneficios, la extensión de tus promesas, la sublimidad de tu majestad y la profundidad de tus juicios” (San Francisco).

   Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

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