Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión (17-10-2021)

POR UNA IGLESIA SINODAL: COMUNIÓN, PARTICIPACIÓN Y MISIÓN

    Queridos hermanos en el Señor:
    Os deseo gracia y paz.

     Iniciamos con ilusión y esperanza la fase diocesana del Proceso Sinodal cuyo título es “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. Se trata de un “amplio proceso de consulta para recoger la riqueza de las experiencias de sinodalidad vividas” (Documento Preparatorio, 31).
    Hay una pregunta fundamental: “En una Iglesia sinodal, que anuncia el Evangelio, todos "caminan juntos": ¿cómo se realiza hoy este "caminar juntos" en la propia Iglesia particular? ¿Qué pasos nos invita a dar el Espíritu para crecer en nuestro "caminar juntos"?” (DP, 26).   
    En nuestro itinerario, comenzamos por escuchar al Espíritu Santo y por abrir nuestros oídos a quienes nos rodean. La escucha recíproca favorecerá el discernimiento y deseamos que haya una significativa participación. “Si la escucha es el método del Proceso Sinodal, y el discernimiento es el objetivo, la participación es el camino” (Vademécum, 2.2).
    El protagonista es el Espíritu Santo que siempre alienta y acompaña, que orienta y sostiene los pasos de la Iglesia. El Proceso Sinodal es una experiencia espiritual. “Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro”, decimos en la secuencia de Pentecostés.
    “Es particularmente importante que este proceso de escucha se produzca en un ambiente espiritual que favorezca la apertura a compartir y a escuchar. Por esta razón, invitamos a arraigar la experiencia local del Proceso Sinodal en la meditación de las Escrituras, la liturgia y la oración. De este modo, nuestro camino de escucha recíproca puede ser una auténtica experiencia de discernimiento de la voz del Espíritu Santo. El auténtico discernimiento es posible cuando dedicamos tiempo a una reflexión profunda en un espíritu de confianza recíproca, fe común y un objetivo compartido” (Vademécum, 1.1).
    En la fase diocesana “el objetivo no es sobrecargar a las diócesis y a las parroquias, sino integrar el Proceso Sinodal en la vida de la Iglesia local de forma creativa que promueva una comunión más profunda, una participación más plena y una misión más fructífera” (Vademécum, 3.1).
    Se nos concede una oportunidad para crecer en comunión. No se trata de abrir debates estériles e interminables para discutir con amargura y generar conflictos. Hemos de construir lazos firmes y estables, dejándonos guiar por el Espíritu Santo, que siempre es factor de unidad y de crecimiento en la Iglesia.
A María, Madre de la Iglesia, y a san José, su esposo, en este año a él dedicado, encomendamos nuestro camino fraterno, gozoso, esperanzado y activo.

    Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

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