"Derrama Señor tu gracia en nuestros corazones" (18-12-2022)

“DERRAMA, SEÑOR, TU GRACIA EN NUESTROS CORAZONES”


      “Derrama, Señor, tu gracia en nuestros corazones, para que, quienes hemos conocido, por el anuncio del ángel, la encarnación de Cristo, tu Hijo, lleguemos, por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección”. Con esta oración colecta del IV Domingo de Adviento, se nos abre un horizonte de esperanza y se vive anticipadamente el contenido genuinamente cristiano de los acontecimientos que nos disponemos a celebrar.
Anuncio, encarnación, pasión, cruz, resurrección, forman una unidad que ha de ser contemplada, vivida y celebrada con la ayuda de la gracia del Señor, que suplicamos sea derramada en nuestros corazones.
       Hay algunas personas que se acercan a nuestra fe sorprendidas y fascinadas por el misterio del Dios que se hace hombre. Es algo tan inédito, tan sobrecogedor, que les lleva a decir: si esto es verdad, quiero participar.
       El 20 de septiembre de 1978, el beato Juan Pablo I dijo que la esperanza “es obligatoria para todo cristiano”. Y añadía: “He dicho que la esperanza es obligatoria; pero no por ello es fea o dura. Más aún, quien la vive, viaja en un clima de confianza y abandono, pudiendo decir con el salmista: "Señor, tú eres mi roca, mi escudo, mi fortaleza, mi refugio, mi lámpara, mi pastor, mi salvación. Aunque se enfrentara a mí todo un ejército, no temerá mi corazón; y si se levanta contra mí una batalla, aun entonces estaré confiado"”.
Juan Pablo I seguía diciendo que en los salmos se reconoce que las cosas no siempre salen bien y que “los malos son muchas veces afortunados y los buenos oprimidos”. Pero el salmista “conservó la esperanza, firme e inquebrantable”.
       Según Juan Pablo I, esto es posible “porque nos agarramos a tres verdades: Dios es omnipotente, Dios me ama inmensamente, Dios es fiel a las promesas. Y es Él, el Dios de la misericordia, quien enciende en mí la confianza; gracias a Él no me siento solo, ni inútil, ni abandonado, sino comprometido en un destino de salvación, que desembocará un día en el Paraíso”.
       Y citaba: “Dante, en su Paraíso (cantos 24, 25 y 26) imaginó que se presentaba a un examen de cristianismo. El tribunal era de altos vuelos. "¿Tienes fe?", le pregunta, en primer lugar, San Pedro. "¿Tienes esperanza?", continúa Santiago. "¿Tienes caridad?", termina San Juan. "Sí, -responde Dante- tengo fe, esperanza y caridad". Lo demuestra y pasa el examen con la máxima calificación”.
       Escribe el Papa Francisco: “Vive Cristo, esperanza nuestra, y Él es la más hermosa juventud de este mundo” (Christus vivit, 1).

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

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