Un apoyo de caña que rasga la mano (26-3-2023)
UN APOYO DE CAÑA QUE RASGA LA MANO
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
Ezequiel denuncia la falsa seguridad del pueblo de Israel que, ante el riesgo que suponía Babilonia, se volvió buscando apoyo en Egipto. El profeta presenta al faraón como ayuda equivocada: “fuiste un apoyo de caña para la casa de Israel, y, cuando su mano te aferraba, te quebraste y le rasgaste la mano, y, cuando en ti se apoyaban, te rompiste y los hiciste tambalear” (Ez 29,6b-7).
La imagen de la caña que se astilla con facilidad y en la que Israel se apoya neciamente se repite en otros textos del Antiguo Testamento: Is 36,6 (“Has confiado en el apoyo de Egipto, esa caña quebrada, que penetra y traspasa la mano de quien se apoya en ella. Eso es faraón, rey de Egipto, para todos los que en él confían”); 2 Re 18,21 (“Te has confiado en el apoyo de Egipto, esa caña rota, que penetra y traspasa la mano de quien se apoya en ella. Eso es el faraón, rey de Egipto, para todos los que en él confían”).
Hay falsas seguridades que terminan por astillarse y, como consecuencia, penetran y traspasan la mano. Son apoyos que nos hacen tambalear.
Contemplamos la imagen de la mano que se aferra a la caña buscando apoyo y, posteriormente, vemos cómo la caña se quiebra y rasga la mano. Nos detenemos viendo cómo el apoyo se rompe y hace tambalear, y podemos dar nombre a todas las ayudas insuficientes y dañinas que dificultan nuestro camino cuaresmal.
Hemos sido creados para buscar al Señor. San Pablo afirma en el discurso pronunciado en Atenas: “De uno solo creó el género humano para que habitara la tierra entera, determinando fijamente los tiempos y las fronteras de los lugares que habían de habitar, con el fin de que lo buscasen a él, a ver si, al menos a tientas, lo encontraban; aunque no está lejos de ninguno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,26-28a).
El itinerario cuaresmal es un proceso de búsqueda del Señor y Él no está lejos de nosotros. Nos acecha constantemente el riesgo de los sucedáneos, los atajos, los senderos fáciles, las falsas seguridades, las cañas quebradas que hieren nuestras manos.
Solamente en el Señor “vivimos, nos movemos existimos”. Y el mismo Señor nos pregunta a través de Jeremías: “Ahora, dime, ¿qué buscas yendo camino de Egipto?” (Jr 2,18). Y también: “Egipto te va a decepcionar” (Jr 2,36).
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell,obispo de Jaca y de Huesca