Preparemos los caminos del Señor ante la Navidad (15-12-2024)
PREPAREMOS LOS CAMINOS DEL SEÑOR
ANTE LA NAVIDAD
+ Vicente Jiménez Zamora
Administrador Apostólico de Huesca y de Jaca
Con las actitudes de la esperanza y alegría cristianas estamos viviendo el Adviento. Ante la inminencia de la Navidad propongo brevemente en esta carta pastoral algunos caminos para prepararnos a la Navidad.
Oración. La oración es hija de la fe, pero también de la esperanza. Cuando Jesús nos invita y enseña a orar, sitúa esta actividad del Espíritu en el contexto de la esperanza: “Velad y orad” (Mt 26, 41). El discípulo de Jesús es como un labrador, que espera la cosecha cultivando la tierra y orando por la lluvia (cfr. St 5, 7-8. 16-18).
Vigilancia activa. La Biblia establece una relación entre esperanza y “vigilancia”, hasta el punto que para ella esperar equivale a vigilar. Jesús nos apremia: “Velad, pues no sabéis qué día vendrá vuestro Señor” (Mt 24, 42-44). San Pablo nos invita a “despertarnos del sueño, porque nuestra salvación está más cerca” (Rom 13, 11-12).
Trabajo. La vigilancia activa, nacida de la esperanza, nos induce al trabajo. El cristiano movido por la esperanza no es simplemente un espectador crítico de la historia. La esperanza es dentro de nosotros un dinamismo que nos impulsa a trabajar; es decir, a meternos dentro de la historia para activar el fermento renovador depositado en la historia por la Muerte y Resurrección de Cristo.
Las parábolas de las diez vírgenes (cfr. Mt 25, 1-13) y la de los talentos (cfr. Mt 25, 14-30) nos amonestan severamente sobre la necesidad de trabajar y hacer fructificar nuestros talentos y cualidades. El Papa Francisco habla de las tentaciones de los agentes de pastoral (cfr. EG 76-109): la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la mundanidad espiritual, la guerra entre nosotros.
Paciencia. La paciencia es tan necesaria a la esperanza que el Nuevo Testamento la identifica con ella. La paciencia nacida de la esperanza nos ayuda, en primer lugar, a respetar los procesos, a veces lentos, de las personas y los grupos. Nos aconseja a que no demos excesiva importancia a los comentarios que suscita nuestra conducta. Nos inmuniza contra la fatiga que trae consigo el compromiso prolongado y sostenido. Nos fortalece para “sembrar en la noche”.
Sobriedad. “Porque se ha manifestado a todos los hombres la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres. Ella nos enseña a renunciar a la vida sin religión y a los deseos del mundo, para que vivamos en el momento presente con sobriedad, justicia y religiosidad, aguardando nuestra bienaventurada esperanza: la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tit 2, 11-13).