¡Bienvenido Año Nuevo! (12-1-2025)
¡BIENVENIDO AÑO NUEVO!
El valor del tiempo
+ Vicente Jiménez Zamora
Administrador Apostólico de Huesca y de Jaca
El día primero de enero estrenábamos un nuevo año. ¡Feliz año nuevo! Este es el gozoso augurio que corre de boca en boca en los primeros días del 2025, con los mejores deseos de felicidad, gracia y paz. Bienvenido sea el nuevo Año Jubilar 2025 como don y tarea, como regalo y compromiso, para caminar como “peregrinos de esperanza”.
El año es la medida del tiempo. Quiero en esta carta semanal ofrecer unas reflexiones desde la fe sobre el valor del tiempo en clave cristiana. El tiempo nos habla del “transcurrir” al cual está sujeto todo lo creado. El hombre es consciente de este transcurrir hecho de días, semanas, meses y años. En este fluir humano del tiempo se da siempre la tristeza de despedir un año viejo y, al mismo tiempo, la alegría de comenzar un año nuevo, abierto al futuro en esperanza.
En la Biblia el tiempo es contemplado siempre en referencia a Cristo como su
centro. Por eso la historia se divide en dos grandes momentos: antes y después de Cristo. El calendario cristiano no cuenta los años desde un punto inicial - de la creación, como hace el calendario hebreo -, sino desde un punto central que es el nacimiento de Jesús. La venida de Cristo es el centro temporal de todos los acontecimientos.
Esta es la concepción cristiana del tiempo. No se trata de una convencionalidad histórica, sino de un criterio teológico: la venida de Cristo es el centro de la historia, que le da un significado y un valor salvador. El tiempo viene a ser así condición de posibilidad salvífica para la humanidad y para el cosmos. La historia universal, considerada en relación con la encarnación, deja de ser profana para convertirse en historia sagrada.
En el cristianismo el tiempo tiene una importancia fundamental. Dentro de su dimensión se crea el mundo, en su interior se desarrolla la historia de la salvación, que tiene su culmen en la “plenitud de los tiempos” de la encarnación y su término en el retorno glorioso del Hijo de Dios al final de los tiempos. En Jesucristo, Verbo encarnado, el tiempo llega a ser una dimensión de Dios, que en sí mismo es eterno (cfr. Juan Pablo II, TMA 9).
En estos días primeros del mes de enero damos la bienvenida al año 2025. Es el año del Señor, un año de gracia y bendición. Es el Año Santo del Jubileo 2025.