La Pascua del Enfermo (29-5-2011)
LA PASCUA DEL ENFERMO
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
Con la celebración de la “Pascua del Enfermo” culmina la Campaña del Enfermo, que se desarrolla desde el día 11 de febrero, memoria litúrgica de Ntra. Sra. de Lourdes, hasta el sexto domingo de Pascua. El lema de la Jornada de este año es “Juventud y salud”.
Los enfermos tienen un lugar de preferencia en la comunidad cristiana, como lo tuvieron en la vida del Señor. Sobre todo, han de estar muy presentes entre nosotros los enfermos más necesitados y desasistidos. Este servicio ha de seguir siendo para todos los cristianos un criterio de discernimiento y punto de referencia para evangelizar nuestra sociedad, ofreciendo un modelo de salud más fiel a los valores evangélicos y una iluminación ética a los problemas sanitarios.
La acción pastoral en el mundo de la enfermedad ha de impulsar todo aquello que puede encarnar y prolongar hoy el servicio sanador de Cristo: la defensa de la salud y del bien del enfermo, la lucha contra la enfermedad y sus causas, la ayuda a la familia del enfermo, la solidaridad en el campo de la salud, la humanización de la asistencia.
Jesucristo “pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos” (Hch 10,38). En el misterio de su pasión, muerte y resurrección, el sufrimiento humano encuentra sentido y la plenitud de la luz.
Benedicto XVI escribe en la encíclica Spe salvi: “lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que sufrió con amor infinito” (n. 37).
El Concilio Vaticano II recuerda la importante tarea de la Iglesia de ocuparse del sufrimiento humano. En la constitución dogmática Lumen gentium leemos que como “Cristo fue enviado por el Padre "para anunciar a los pobres la Buena Nueva, para sanar a los de corazón destrozado" (Lc 4,18), "a buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc 19,10); de manera semejante la Iglesia abraza con amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su fundador, pobre y sufriente, se preocupa de aliviar sus necesidades y pretende servir en ellos a Cristo” (LG 8).
Al final del Concilio, los padres conciliares dirigieron un “Mensaje a los pobres, a los enfermos y a todos los que sufren” en el que decían: “Vosotros que sentís más el peso de la cruz (...), vosotros que lloráis (...), vosotros los desconocidos del dolor, tened ánimo: vosotros sois los preferidos del reino de Dios, el reino de la esperanza, de la bondad y de la vida; vosotros sois los hermanos de Cristo sufriente y con él, si queréis, salváis al mundo”.
La Constitución conciliar Gaudium et Spes, al presentar a Cristo como “el Hombre nuevo” afirma: “En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado” (GS 22). Y añade: “El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre” (GS 22). Más adelante, señala: “El Señor es el fin de la historia humana, punto de convergencia hacia el cual tienden los deseos de la historia y de la civilización, centro de la humanidad, gozo del corazón humano y plenitud total de sus aspiraciones” (GS 45). Nuestra tarea es acercar al enfermo a Cristo para que en Él encuentre su plenitud.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Huesca y de Jaca.