Peregrinación a al tumba de San Pedro. (25-9-2011)

 Queridos hermanos en el Señor:
 Os deseo gracia y paz.

 Dice el Señor en la Oración Sacerdotal: “No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17,20-21).
 Del 7 al 16 de septiembre, 117 obispos ordenados en los últimos meses, de 33 países diferentes, hemos participado en Roma en unas jornadas de reflexión llamadas “Peregrinación a la tumba de San Pedro”.
 Hemos convivido, trabajado y rezado en un ambiente de gran cordialidad y fraternidad. Todavía somos inexpertos como obispos, pero hemos podido comprobar los problemas comunes que conciernen a los diversos países, desde Australia hasta Italia; desde Brasil hasta Finlandia; desde Filipinas hasta Estados Unidos; desde Alemania hasta Haití. Hemos compartido experiencias en los momentos de diálogo dentro de las sesiones de trabajo y en los ratos en que estábamos juntos en el comedor. 
 La Congregación para los Obispos había preparado una serie de conferencias sobre temas de enorme actualidad. También hemos participado en círculos por idiomas y por continentes. A los europeos se nos informó sobre las instituciones del Consejo de Europa, la Unión Europea, la participación de la Santa Sede en ambos organismos y las Organizaciones eclesiales europeas.
 Uno de los momentos más emocionantes fue la celebración de la Eucaristía en San Pedro. También produjo mucho impacto el testimonio de los obispos de Oriente Medio, especialmente Irak, donde se dan ejemplos muy valerosos de cristianos que afrontan muchas dificultades y persecuciones y viven su fe con valentía en un contexto hostil.
      Fuimos recibidos por el Papa en Castelgandolfo. Se le veía contento después de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid. Nos habló sobre la importancia que el obispo debe dar a la acogida de los carismas que el Espíritu suscita para la edificación de la Iglesia. Nos dijo: “El don fundamental que estáis llamados a alimentar en los fieles que se ha confiado a vuestras atenciones pastorales es, sobre todo, el de la filiación divina, que es participación de cada uno en la comunión trinitaria. Lo esencial es que lleguemos a ser, realmente, hijos e hijas en el Hijo. El Bautismo, que constituye a los hombres "hijos en el Hijo" y miembros de la Iglesia, es la raíz y la fuente de todos los demás dones carismáticos”.  Y afirmó: “!Acoged, pues, los carismas con gratitud para la santificación de la Iglesia y la vitalidad del apostolado!”.
      Sus últimas palabras fueron: “Confiando vuestro ministerio a María, Madre de la Iglesia, que resplandece ante el Pueblo de Dios repleta de los dones del Espíritu Santo, imparto con afecto a cada uno de vosotros, a vuestras diócesis y especialmente a vuestros sacerdotes, la Bendición Apostólica”. Así nos dijo, y así os lo comunico.
     
      Recibid mi cordial saludo y mi bendición

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

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