"Lámpara es tu Palabra para mis pasos, Luz en mi sendero" -Sal. 119 /118/, 105-- (2-10-2011)

       “LÁMPARA ES TU PALABRA PARA MIS PASOS, LUZ EN MI SENDERO” (Sal 119[118],105)

      Queridos hermanos en el Señor:
      Os deseo gracia y paz.
     
      Hemos acabado el mes de septiembre celebrando la memoria de san Jerónimo, “un Padre de la Iglesia que puso la Biblia en el centro de su vida: la tradujo al latín, la comentó en sus obras, y sobre todo se esforzó por vivirla concretamente en su larga existencia terrena” (Benedicto XVI, Audiencia General, 7-noviembre-2007).
      En aquella Audiencia se preguntaba el Papa: “¿Qué podemos aprender nosotros de san Jerónimo? Me parece que sobre todo podemos aprender a amar la palabra de Dios en la sagrada Escritura. Dice san Jerónimo: "Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo". Por eso es importante que todo cristiano viva en contacto y en diálogo personal con la palabra de Dios, que se nos entrega en la sagrada Escritura. Este diálogo con ella debe tener siempre dos dimensiones: por una parte, debe ser un diálogo realmente personal, porque Dios habla con cada uno de nosotros a través de la sagrada Escritura y tiene un mensaje para cada uno”.
      Y Benedicto XVI seguía diciendo: “No debemos leer la sagrada Escritura como una palabra del pasado, sino como palabra de Dios que se dirige también a nosotros, y tratar de entender lo que nos quiere decir el Señor. Pero, para no caer en el individualismo, debemos tener presente que la palabra de Dios se nos da precisamente para construir comunión, para unirnos en la verdad a lo largo de nuestro camino hacia Dios. Por tanto, aun siendo siempre una palabra personal, es también una palabra que construye a la comunidad, que construye a la Iglesia”.
      San Jerónimo dirigió esta recomendación a san Paulino de Nola: “Tratemos de aprender en la tierra las verdades cuya consistencia permanecerá también en el cielo” (Ep 53,10).
      San Jerónimo no descuidó el aspecto ético, sino que, con frecuencia, reafirmó el deber de hacer que la vida concuerde con la palabra divina, porque sólo viviéndola encontramos también la capacidad de comprenderla. Esta coherencia es indispensable para todo cristiano y particularmente para el predicador.
      San Jerónimo exhortaba al sacerdote Nepociano: “Que tus acciones no desmientan tus palabras, para que no suceda que, cuando prediques en la Iglesia, alguien en su interior comente: "¿por qué entonces tú no actúas así?" ¡Qué curioso maestro el que, con el estómago lleno, diserta sobre el ayuno! Incluso un ladrón puede criticar la avaricia; pero en el sacerdote de Cristo la mente y la palabra deben ir de acuerdo” (Ep. 52,7).
      Con respecto a la coherencia, san Jerónimo indicaba que el Evangelio debe traducirse en actitudes de auténtica caridad, pues en todo ser humano está presente la Persona misma de Cristo. Dirigiéndose a san Paulino de Nola le dio este consejo: “El verdadero templo de Cristo es el alma del fiel: adorna este santuario, embellécelo, deposita en él tus ofrendas y recibe a Cristo. ¿Qué sentido tiene decorar las paredes con piedras preciosas, si Cristo muere de hambre en la persona de un pobre?” (Ep. 58,7).
      San Jerónimo concreta: es necesario “vestir a Cristo en los pobres, visitarlo en los que sufren, darle de comer en los hambrientos, acogerlo en los que no tienen una casa” (Ep. 130, 14).
      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

 

+Julián Ruiz Martorell, obispo de  Jaca y de Huesca

 

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