Caminar humildemente con tu Dios -Miq 6, 8- (30-10-2011)
“CAMINAR HUMILDEMENTE CON TU DIOS” (Miq 6,8)
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
Hay momentos en que vivimos rodeados de desconcierto y desorientación. Nos preguntamos si sabemos dar respuesta a los problemas acuciantes que nos rodean. Nos inquietamos al ver a nuestros jóvenes alejados de la práctica religiosa y de la misma fe, que entendemos ha de ser vivida con gratitud, experimentada con pasión y celebrada con alegría. Nos acomplejamos al vernos mayores en edad y, tal vez, con la esperanza desdibujada. Nos desanima contemplar un presente carente de tono vital. Y el futuro nos parece lejano, distante, frio e inhóspito.
Sabemos que ha llegado el momento de formular bien las cuestiones, de realizar un certero diagnóstico, para vivir orientados hacia la dirección adecuada. Pero, ¿cómo conseguir orientación?
La Sagrada Escritura nos responde insistiendo en una actitud dinámica, que podemos concretar en la expresión “caminar”.
Nos dice Miqueas: “Hombre, se te ha hecho saber lo que es bueno, lo que el Señor quiere de ti: tan solo practicar el derecho, amar la bondad, y caminar humildemente con tu Dios” (Miq 6,8).
Salomón hace un elogio de David, su padre, dirigiendo a Dios estas bellas palabras: “Has actuado con gran benevolencia hacia tu siervo David, mi padre, porque caminaba en tu presencia con lealtad, justicia y rectitud de corazón” (1 Re 3,6).
Isaías recoge una visión en la que pueblos numerosos caminarán diciendo: “Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas” (Is 2,3).
Siempre encontraremos excusas para no dar el primer paso, o para detenernos asustados después de haber comenzado a caminar, volviendo nuestros ojos, y nuestro corazón, hacia atrás. Es el gran reproche que hace al pueblo elegido Esteban, en su discurso recogido en los Hechos de los Apóstoles: “en sus corazones volvieron a Egipto” (Hch 7,39). Es la gran tentación de todas las épocas: volver con el corazón al Egipto de las falsas seguridades, dar la espalda al presente y al futuro, dar la espalda al mismo Dios, como leemos en el libro de Jeremías: “Me volvieron la espalda y no me dieron la cara” (Jer 32,33).
Caminar exige esfuerzo, salir de nuestra comodidad, dar un paso tras otro, avanzar con convicción, afrontar las dificultades y los obstáculos, animar a quienes nos rodean, a quienes nos acompañan, a quienes se detienen y a quienes encontramos en el sendero.
No se trata solamente de un ejercicio de voluntad. Es Dios mismo quien nos anima, sostiene y acompaña. Y nos dice: “Porque este precepto que yo te mando hoy no excede tus fuerzas, ni es inalcanzable. El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas” (Dt 30,11.14).
Hagamos nuestra la invitación del profeta: “venid; caminemos a la luz del Señor” (Is 2,5). Jesús mismo nos dice: “Levántate (…) y echa a andar” (Jn 5,8).
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+ Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca