"Por puro amor a vosotros" -Dt 7, 8- (20-11-2011)

“POR PURO AMOR A VOSOTROS” (Dt 7,8)


      Queridos hermanos en el Señor:
      Os deseo gracia y paz.
     
      “¿Qué es lo que tenemos que hacer?”. Esta pregunta aparece con frecuencia en nuestro pensamiento. Sabemos que “la fe actúa por el amor” (Gal 5,6). La Carta de Santiago nos dice que la fe “si no tiene obras, está muerta por dentro” (Sant 2,17), y nos exhorta: “Poned en práctica la palabra y no os contentéis con oírla” (Sant 1,22).  
      La Primera Carta de san Juan nos sitúa en la perspectiva adecuada: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo” (1 Jn 4,10). Por ello, “si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros” (1 Jn 4,11).
      Hemos de conceder la primacía al amor de Dios. Hemos de experimentar este amor para poder ser testigos y transparencia del amor de Dios. Lo que nosotros hacemos es consecuencia de lo que recibimos. Nos dice san Pablo: “¿Tienes algo que no hayas recibido?” (2 Cor 4,7).
      Escuchamos las palabras dirigidas al pueblo elegido en el Deuteronomio: “Si el Señor se enamoró de vosotros y os eligió, no fue por ser vosotros más numerosos que los demás, pues sois el pueblo más pequeño, sino que, por puro amor a vosotros y por mantener el juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó el Señor de Egipto con mano fuerte y os rescató de la casa de esclavitud, del poder del faraón, rey de Egipto” (Dt 7,7-8).
      El texto continúa con esta exhortación: “Reconoce, pues, que el Señor, tu Dios, es Dios; él es el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y observan sus preceptos, por mil generaciones” (Dt 7,9).
      Solamente reconociendo el primado del amor de Dios se puede realizar lo que san Pablo describe como “la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y la firmeza de vuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor” (1 Tes 1,3).
      El Deuteronomio afirma: “Nunca dejará de haber pobres en la tierra; por eso yo te mando: "Abre tu mano a tu hermano, al indigente, al pobre de tu tierra"” (Dt 15,11). Por ello, comprendemos perfectamente que, en clave cristiana, “si uno tiene bienes del mundo y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dio?” (1 Jn 3,17).
      “El programa del cristiano -el programa del buen Samaritano, el programa de Jesús- es un "corazón que ve". Este corazón ve dónde se necesita amor y actúa en consecuencia” (Deus caritas est, 31).
     
      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+ Julián Ruiz martorell, obsipo de Jaca y de Huesca.

 

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