Mirar a Cristo. Ver en la vida de los cristianos. (11-12-2012)

 Queridos hermanos en el Señor:
      Os deseo gracia y paz.
     
      En su libro “Camino de sencillez”, Teresa de Calcuta recoge esta plegaria: “Líbrame, Jesús mío, del deseo de ser amada, del deseo de ser honrada, del deseo de ser venerada, del deseo de ser preferida, del deseo de ser consultada, del deseo de ser aprobada, del deseo de ser popular, del temor de ser humillada, del temor de ser despreciada, del temor de sufrir rechazos, del temor de ser calumniada, del temor de ser olvidada, del temor de ser ofendida, del temor de ser ridiculizada, del temor de ser acusada”.
      Ella solía repetir a las hermanas y hermanos: “nuestra jornada se compone de veinticuatro horas con Jesús”. Y también: “Por eso nunca tengo miedo. Hago mi trabajo con Jesús, lo hago por Jesús, lo hago para Jesús y por tanto los resultados son de Él, no míos. Si necesitas un guía, sólo tienes que mirar a Jesús”.
      “Mirar a Cristo. Ejercicios de fe, esperanza y amor” es el título de un libro de Joseph Ratzinger, en el que escribe: “La conversión del mundo antiguo al cristianismo no fue el resultado de una actividad planificada, sino el fruto de la prueba de la fe en el mundo como se podía ver en la vida de los cristianos y en la comunidad de la Iglesia. La invitación real, de experiencia a experiencia, y no otra cosa, fue, humanamente hablando, la fuerza misionera de la antigua Iglesia”.
      Según la Exhortación apostólica “Evangelii nuntiandi”, “para la Iglesia el primer medio de evangelización consiste en un testimonio de vida auténticamente cristiana” (EN 41). El mundo necesita “ver” en la vida de los cristianos y en la comunidad de la Iglesia un motivo de esperanza:“Glorificad a Cristo el Señor en vuestros corazones, dispuestos siempre para dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3,15).
      Afirma Joseph Ratzinger en el citado libro: “el movimiento de la esperanza se parece al vuelo de un pájaro, que para volar distiende sus alas todo lo que puede y emplea todas sus fuerzas para moverlas; todo él se hace movimiento y de esta forma va hacia lo alto, vuela. Esperar es volar, dice Buenaventura: la esperanza exige de nosotros un esfuerzo radical; requiere de nosotros que todos nuestros miembros se conviertan en movimiento, para elevarnos sobre la fuerza de la gravedad de la tierra, para llegar a la verdadera altura de nuestro ser, a las promesas de Dios”.
      Según san Buenaventura, quien espera “debe levantar la cabeza, girando hacia lo alto sus propios pensamientos, hacia la altura de nuestra existencia, es decir hacia Dios. Debe alzar sus ojos para percibir todas las dimensiones de la realidad. Debe alzar su corazón disponiendo su sentimiento por el sumo amor y por todos sus reflejos en este mundo. Debe también mover sus manos en el trabajo”.
      El beato Juan Pablo II dijo en Sevilla, el 12 de junio de 1993: “En un mundo como el nuestro, tan expuesto a tentaciones que apartan al hombre del misterio de Dios, el sacerdote, como buen pastor, tiene que ser transparencia del rostro misericordioso de Jesús, el único que salva; tiene que enseñar a los hombres que Dios los ama infinitamente y siempre los espera; tiene que reflejar los sentimientos del mismo Cristo dando siempre testimonio de una inmensa caridad pastoral”.
      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

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