"Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones" -Ef 3,17- (1-1-2012)
“QUE CRISTO HABITE POR LA FE EN VUESTROS CORAZONES” (Ef 3,17)
Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
La fórmula de bendición del libro de los Números que nos ofrece la liturgia de la Palabra del primer día del año es magnífica: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz” (Num 6,24-26).
Apreciamos el valor de lo nuevo. Estrenamos, con ilusión y esperanza, un nuevo tiempo que el Señor nos concede, y lo recibimos bajo el signo de su bendición. Dejamos atrás un período y avanzamos, con actitud agradecida y confiada, hacia el futuro que ya está entre nosotros.
El paso de un año a otro no es solamente un pasar la página, una experiencia fugaz y transitoria. El tránsito produce un cambio que el Nuevo Testamento describe con rasgos diáfanos. Leemos en la carta a los Colosenses: “os habéis despojado del hombre viejo, con sus obras, y os habéis revestido de la nueva condición que, mediante el conocimiento, se va renovando a imagen de su Creador, donde no hay griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo y libre, sino Cristo, que lo es todo, y en todos” (Col 3,9-11).
Se dibuja la posibilidad de un despojo y un revestimiento; un dejar atrás una condición avejentada, caduca y senil, para vivir desde una nueva condición que significa un proceso de renovación interior, y que se realiza por el conocimiento y el amor. Renovación que restaura en nosotros la imagen de nuestro Creador, pues hemos sido creados “a imagen de Dios” (Gn 1,27), hasta que Cristo sea “todo y en todos”.
En clave cristiana, se trata de poder afirmar, también nosotros: “vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20).
Para San Pablo, vivir es “vivir en Cristo”, quedar configurados por Cristo. Por ello no cesa de dar gracias “a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón” (Ef 1,17-18).
San Pablo dobla sus rodillas ante el Padre para que conceda a los cristianos de Éfeso: “ser robustecidos por medio de su Espíritu en vuestro hombre interior; que Cristo habite por la fe en vuestros corazones; que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento” (Ef 3,16-17).
Recuerda a los cristianos de Éfeso: “Despojaos del hombre viejo y de su anterior modo de vida, corrompido por sus apetencias seductoras; renovaos en la mente y en el espíritu y revestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas” (Ef 4,22-24).
Renovación no significa repetición (“hacer de nuevo”), sino “hacer nuevo”. Revistámonos en este nuevo año de una “nueva condición”: “justicia y santidad verdaderas”.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca