"A vosotros os llamo amigos" -Jn. 15,15- (12-2-2012)

“A VOSOTROS OS LLAMO AMIGOS” (Jn 15,15)

      Queridos hermanos en el Señor:
      Os deseo gracia y paz.

 Jesús dice a sus discípulos: “ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer” (Jn 15,15). Y afirma un poco antes: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando” (Jn 15,13-14).
      El libro del Eclesiástico presenta numerosas sentencias sobre la amistad: “Una palabra amable multiplica los amigos, y la lengua afable multiplica los saludos. Sean muchos los que estén en paz contigo, pero tus confidentes, sólo uno entre mil. Si haces un amigo, ponlo a prueba, y no tengas prisa en confiarte a él. Porque hay amigos de ocasión, que no resisten en el día de la desgracia. Hay amigos que se convierten en enemigo, y te avergüenzan descubriendo tus litigios. Hay amigos que comparten tu mesa y no resisten en el día de la desgracia. Cuando las cosas van bien, es como otro tú, e incluso habla libremente con tus familiares. Pero si eres humillado, se pone contra ti y se esconde de tu presencia” (Eclo 6,5-12).
      Y añade: “Un amigo fiel no tiene precio y su valor es incalculable. Un amigo fiel es medicina de vida, y los que temen al Señor lo encontrarán” (Eclo 6,15-16). 
      Recomienda: “No abandones a un viejo amigo, pues el nuevo nunca será igual. Vino nuevo es el amigo nuevo, cuando sea añejo, lo beberás con alegría” (Eclo 9,10).
 Sobre los falsos amigos, leemos en el mismo libro: “Todo amigo dice: "También yo soy tu amigo", pero hay amigo que lo es sólo de nombre. ¿No es un disgusto mortal que un compañero o un amigo se convierta en enemigo? ¡Oh intención perversa! ¿De dónde saliste para cubrir la tierra de engaño? El compañero disfruta en la alegría del amigo, pero en la desgracia se vuelve contra él” (Eclo 37,1-4). Y también: “No te olvides de tu amigo del alma, ni dejes de recordarlo cuando seas rico” (Eclo 37,6).
      Junto con el tema de la amistad, aparece la necesidad de pedir consejo: “Si ves a un hombre prudente, madruga en su busca, y que tus pies desgasten el umbral de su puerta” (Eclo 6,36).
      Sobre los consejeros hay muchas advertencias: “No te aconsejes con quien te mira de reojo, y esconde tus proyectos a los que te envidian. No te aconsejes (…) con un cobarde sobre la guerra, con un negociante sobre el comercio, con un comprador sobre la venta, con un envidioso sobre la gratitud, con un tacaño sobre la generosidad, con un perezoso sobre trabajo alguno, (…), con un siervo holgazán sobre una gran tarea. No cuentes con ninguno de ellos para un consejo. Recurre siempre a un hombre piadoso, de quien sabes seguro que guarda los mandamientos, que comparte tus anhelos y que, si caes, sufrirá contigo” (Eclo 37,10-12).
      Es preciso atender el consejo del corazón: “Atiende el consejo de tu corazón, porque nadie te será más fiel. Pues la propia conciencia suele avisar mejor que siete centinelas apostados en su torre de vigilancia” (Eclo 37,13-14).
      El Señor es el consejero definitivo. “Pero, sobre todo, suplica al Altísimo, para que dirija tus pasos en la verdad” (Eclo 37,15). 
      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

We use cookies
Este portal web únicamente utiliza cookies propias con finalidad técnica, no recaba ni cede datos de carácter personal de los usuarios sin su conocimiento. Sin embargo, contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas este portal web que usted podrá decidir si acepta o no cuando acceda a ellos.