Apasiónate por el Seminario (18-3-2012)

APASIÓNATE CON EL SEMINARIO

      Queridos hermanos en el Señor:
      Os deseo gracia y paz.

 Solemos identificar el Seminario con un espacio, un lugar definido, un edificio dentro de la estructura de la Diócesis. Algunas personas relacionan el Seminario con un tiempo de formación en el que se desarrolla un crecimiento en conocimientos, valores y actitudes. Para otros, es un ámbito formativo que comporta cuatro grandes dimensiones: humana, espiritual intelectual, y pastoral.
      “El Seminario es una comunidad en camino hacia el servicio sacerdotal”, según escribió el Papa Benedicto XVI en su “Carta a los seminaristas” del año 2010.
      El Seminario es una realidad y un proyecto diocesano. Una realidad que conocemos, apreciamos, valoramos, acompañamos y apoyamos con nuestra oración, nuestro afecto y nuestra colaboración económica. Un proyecto diocesano que es cauce de formación, marco de acompañamiento y discernimiento vocacional.
      El Seminario está integrado por personas que tienen una historia peculiar, vivida como historia de salvación, y una experiencia de encuentro con Jesucristo. Los seminaristas de nuestra Diócesis son jóvenes que se sienten atraídos por Jesucristo y decididos a seguirle, con un corazón indiviso, a ser sus testigos con un corazón apasionado, y a vivir con actitud misionera como enviados.
      Lo más importante del Seminario son las personas que lo integran: los seminaristas, los formadores, los profesores, todos los que colaboran en el buen funcionamiento del proceso formativo y vital que se desarrolla como consecuencia de la llamada del Señor a un seguimiento más decidido, más firme y más generoso.
      La iniciativa la tiene el Señor que llama personalmente a cada seminarista, desde la peculiar situación de cada uno, para la especial misión que le tiene preparada, contando con el específico recorrido vital, que se convierte en ocasión y propuesta de vida más entregada, más intensa y más plena.
      Los seminaristas han escuchado la llamada del Señor que les dice, con voz clara y fuerte: “Venid y veréis” (Jn 1,39). De un modo personal ha resonado en el interior de cada uno la invitación: “ven y sígueme” (Mt 19,21).
      Los seminaristas viven la pasión por el Evangelio. Agradecen el regalo que ha supuesto en sus vidas recibir la Buena Noticia. Desean vivir intensa y gozosamente el Evangelio. Anhelan ser testigos creíbles del Evangelio.
      El Seminario es un espacio, un tiempo, un ámbito formativo, una comunidad en camino, una realidad, un proyecto diocesano. Pero, sobre todo, el Seminario es un don de Dios y una tarea. Es un regalo de la gracia y un compromiso que hemos de compartir en corresponsabilidad apasionada. Es un triunfo del amor y un trabajo arduo que se va entretejiendo con la aportación de cada uno de los miembros de la Diócesis: sacerdotes, consagrados y seglares.
      Benedicto XVI escribió en su “Carta a los seminaristas”: “Queridos seminaristas, con estas líneas he querido mostraros lo mucho que pienso en vosotros, especialmente en estos tiempos difíciles, y lo cerca que os tengo en la oración”.
      El Seminario debe ocupar constantemente un espacio en nuestro pensamiento y un lugar en nuestro corazón. Lo debemos tener muy cerca en nuestra oración.
      
      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

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