"Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro" (27-5-2012)

“MIRA EL VACÍO DEL HOMBRE SI TÚ LE FALTAS POR DENTRO”

 Queridos hermanos en el Señor:
 Os deseo gracia y paz.

     La solemnidad de Pentecostés, con la que concluyen los cincuenta días de la Pascua, actualiza la efusión del Espíritu Santo. Pero, ¿quién es el Espíritu Santo? El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: “"Nadie puede decir: ´¡Jesús es Señor!` sino por influjo del Espíritu Santo" (1 Co 12,3). "Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama ¡Abbá, Padre!" (Ga 4,6). Este conocimiento de fe no es posible sino en el Espíritu Santo. Para entrar en contacto con Cristo, es necesario primeramente haber sido atraído por el Espíritu Santo. Él es quien nos precede y despierta en nosotros la fe” (nº 683).
     Hay un canto litúrgico que dice: “Envía, Señor, tu Espíritu,que renueve nuestros corazones”. Y la letra afirma: “Envíanos, Señor, tu luz y tu calor, que alumbre nuestros pasos,que encienda nuestro amor; envíanos tu Espíritu, y un rayo de tu luz,encienda nuestras vidas en llamas de virtud”. Y sigue: “Envíanos, Señor, tu fuerza y tu valor,que libre nuestros miedos, que anime nuestro ardor; envíanos tu Espíritu, impulso creador, que infunda en nuestras vidas la fuerza de su amor”.
      En otro canto rezamos: “El Señor os dará su Espíritu Santo, ya no temáis, abrid el corazón, derramará todo su amor”. Y seguimos diciendo: “Él transformará hoy vuestra vida,os dará la fuerza para amar,no perdáis vuestra esperanza,Él os salvará”. Y también decimos: “Fortalecerá todo cansancio,si al orar dejáis que os dé su paz, brotará vuestra alabanza,Él os hablará”.
      En la secuencia que recitamos en Pentecostés, al Espíritu Santo lo llamamos: “Espíritu divino”,“Padre amoroso del pobre”; “don en tus dones espléndido”; “luz que  penetras las almas”,“fuente del mayor consuelo”,“dulce huésped  del alma”, “descanso de nuestro esfuerzo”, “tregua en el duro trabajo”, “brisa en las horas de fuego”, “gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos”, “divina luz”.
      Y le pedimos: “ven”, “manda tu luz”, “ven, dulce huésped”, “entra hasta el fondo del alma”, “mirael vacío del hombre si tú le faltas por dentro”, “mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento”, “riega la tierra en sequía”, “sana el corazón enfermo”, “lava las manchas”, “infunde calor de vida en el hielo”, “doma el espíritu indómito”, “guía al que tuerce el sendero”,“reparte tus siete dones según la fe de tus siervos”, “dale al esfuerzo su mérito”, “salva al que busca salvarse”, “danos tu gozo eterno”.
      Dice el nº 685 del Catecismo de la Iglesia Católica: “Creer en el Espíritu Santo es, por tanto, profesar que el Espíritu Santo es una de las personas de la Santísima Trinidad Santa, consubstancial al Padre y al Hijo, "que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria" (Símbolo Niceno-Constantinopolitano)”.
      Y el nº 688: “La Iglesia, comunión viviente en la fe de los Apóstoles que ella transmite, es el lugar de nuestro conocimiento del Espíritu Santo: en las Escrituras que Él ha inspirado; en la Tradición, de la cual los Padres de la Iglesia son testigos siempre actuales; en el Magisterio de la Iglesia, al que Él asiste; en la liturgia sacramental, a través de sus palabras y sus símbolos, en donde el Espíritu Santo nos pone en comunión con Cristo; en la oración en la cual Él intercede por nosotros;en los carismas y ministerios mediante los que se edifica la Iglesia;en los signos de vida apostólica y misionera; en el testimonio de los santos, donde Él manifiesta su santidad y continúa la obra de la salvación”.

      Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

 

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