Jornada Misionera Mundial (14-10-2012)

JORNADA MISIONERA MUNDIAL

Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.

El Concilio Vaticano II afirma: “La Iglesia entera es misionera, la obra de evangelización es un deber fundamental del pueblo de Dios” (Ad gentes, 35)”.
Nuestro mundo, hoy más que nunca, exige a los misioneros que le hablen de Dios con el lenguaje del testimonio.
El Santo Padre Benedicto XVI, en su “Mensaje para la Jornada Misionera Mundial 2012”, nos dice: “El afán de predicar a Cristo nos lleva a leer la historia para escudriñar los problemas, las aspiraciones y las esperanzas de la humanidad, que Cristo debe curar, purificar y llenar de su presencia. En efecto, su mensaje es siempre actual, se introduce en el corazón de la historia y es capaz de dar una respuesta a las inquietudes más profundas de cada ser humano”.
El anuncio misionero se transforma en caridad. Escribe el Papa en su Mensaje: “Muchos sacerdotes, religiosos y religiosas de todas partes del mundo, numerosos laicos y hasta familias enteras dejan sus países, sus comunidades locales y se van a otras iglesias para testimoniar y anunciar el Nombre de Cristo, en el cual la humanidad encuentra la salvación. Se trata de una expresión de profunda comunión, de un compartir y de una caridad entre las Iglesias, para que cada hombre pueda escuchar o volver a escuchar el anuncio que cura y, así, acercarse a los Sacramentos, fuente de la verdadera vida”.
Y continúa: “Junto a este grande signo de fe que se transforma en caridad, recuerdo y agradezco a las Obras Misionales Pontificias, instrumento de cooperación en la misión universal de la Iglesia en el mundo. Por medio de sus actividades, el anuncio del Evangelio se convierte en una intervención de ayuda al prójimo, de justicia para los más pobres, de posibilidad de instrucción en los pueblos más recónditos, de asistencia médica en lugares remotos, de superación de la miseria, de rehabilitación de los marginados, de apoyo al desarrollo de los pueblos, de superación de las divisiones étnicas, de respeto por la vida en cada una de sus etapas”.
El beato Juan Pablo II afirmó en la Encíclica “Redemptoris Missio”: “La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse” (RMi 1).
Y nos recordaba que el cometido fundamental de la Iglesia, en todas las épocas y particularmente en la nuestra, es “dirigir la mirada del hombre, orientar la conciencia y la experiencia de toda la humanidad hacia el misterio de Cristo” (RMi 4).
Se preguntaba: ¿Por qué la misión? Y respondía: “Porque a nosotros, como a san Pablo, "se nos ha concedido la gracia de anunciar a los gentiles las inescrutables riquezas de Cristo" (Ef 3,8). La novedad de vida en él es la "Buena Nueva" para el hombre de todo tiempo: a ella han sido llamados y destinados todos los hombres. De hecho, todos la buscan, aunque a veces de manera confusa, y tienen el derecho a conocer el valor de este don y la posibilidad de alcanzarlo” (RMi 11).
Expresamos nuestro profundo agradecimiento a todas las personas que viven y trabajan en las misiones. Sentimos como propias sus limitaciones y dificultades. Oramos para que el Señor acompañe sus proyectos e iniciativas. Y también deseamos colaborar con nuestro esfuerzo económico para que el amor a Jesucristo se extienda por todos los rincones del mundo. 
Nuestra época necesita un nuevo impulso en la actividad misionera de la Iglesia. Los cristianos estamos llamados a anunciar y vivir el Evangelio, confiando en el Espíritu que es el protagonista de la misión.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca

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