Señor, que has querido que tu pueblo se llamara Iglesia (18-11-2012).

SEÑOR, QUE HAS QUERIDO QUE TU PUEBLO SE LLAMARA IGLESIA

Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
En una oración en la dedicación de una iglesia rezamos diciendo: “Señor, Dios nuestro, que has querido que tu pueblo se llamara Iglesia, haz que, reunida en tu nombre, te venere, te ame, te siga y, guida por ti, alcance el reino que le has prometido”.
Dios mismo ha querido denominar Iglesia al Pueblo que Él ha congregado. La iniciativa procede de Él mismo, de su bondad, de su amor. Corresponde a un gesto generoso de eterna benevolencia. Es Él quien llama, es Él quien convoca, es Él quien reúne a su Pueblo como una familia, es Él quien nos envía para ser sus testigos, misioneros de la fe.
Formamos parte de la Iglesia Diocesana. Somos miembros de la Iglesia Universal, Católica, que se concreta en esta porción del Pueblo de Dios peregrino. 
El Día de la Iglesia Diocesana agradecemos a Dios su iniciativa, su voluntad, su designio de amor. Él nos ama, nos llama, nos congrega y nos envía.
Nos sentimos impulsados a hacer nuestro el proyecto que Dios tiene sobre esta parcela de su Pueblo. Como Iglesia Diocesana, tomamos conciencia de nuestra responsabilidad, de nuestra capacidad y de nuestro compromiso. Para caminar por los senderos de la historia, la Iglesia también necesita agentes humanos y recursos materiales.
Somos conscientes de que la Iglesia contribuye a crear una sociedad mejor. Por eso escuchamos el lema de esta jornada: “Ayuda a tu parroquia, ganamos todos”. En la parroquia celebramos el acceso a la nueva vida que el Padre comienza en nosotros, enraizándonos en Jesucristo, por medio del Espíritu Santo.
En la parroquia se nos abre la puerta de la fe por medio del Bautismo. En la parroquia crece, se nutre y adquiere vigor misionero nuestra adhesión a Dios.
En la parroquia se nos ofrece formación, ayuda, acompañamiento y discernimiento. En la parroquia escuchamos, acogemos y celebramos la Palabra de Dios y vivimos la caridad.
En la parroquia nos preparamos para recibir la Confirmación, que une a los bautizados más íntimamente con la Iglesia y los enriquece con una fortaleza especial del Espíritu Santo.
En la parroquia celebramos la Eucaristía, fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia, compendio y suma de nuestra fe.
En la parroquia recibimos el perdón a través del sacramento de la Penitencia, porque descubrimos en Jesucristo y en la Iglesia la alegría de la reconciliación y de la renovación espiritual permanente.
En la parroquia recibimos la Unción, de modo que los ancianos, los enfermos y los necesitados de cuidados se sitúan en el centro, en el corazón de la Iglesia.
En la parroquia oramos por las vocaciones y pedimos para que el Señor envíe sacerdotes a su Iglesia y para que aliente a los que ejercen el ministerio sacerdotal.  
En la parroquia celebramos el amor cada vez que un hombre y una mujer se comprometen en alianza matrimonial.
Ayudando a la parroquia, ganamos todos. Ayudando a la parroquia, la Iglesia Diocesana, reunida en el nombre del Señor, puede seguir adorando a Dios, puede amarle, seguirle y, guiada por Él, caminar hacia el Reino prometido.
Son muchas las personas que contribuyen, con gran generosidad, para que se haga realidad el proyecto de Dios en nuestra Iglesia Diocesana. A todas ellas, una vez más, les expresamos nuestro sincero agradecimiento.
Y, puesto que seguimos necesitando la colaboración de todos, repetimos la apremiante llamada a sentirnos corresponsables. Con nuestra aportación económica se pueden hacer viables muchas iniciativas, que no se realizarían si careciésemos de ayuda.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.

 

+Julián Ruiz Martorell, obispo de Jaca y de Huesca.

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