Comentario evangélico. Domingo 3 C Adviento.

Domingo III de Adviento, ciclo C.  16 de diciembre de 2012.  Lucas 3,10-18.

En el Adviento, también hablamos de conversión.

“Todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego”, así dice el versículo 3,9 de Lucas, que es el inmediatamente anterior al evangelio de este domingo.  Este versículo forma parte del final del discurso de Juan, en el que llama a la conversión.  El lenguaje del profeta es más que claro: no basta decir que creemos en Dios hay que dar verdaderos frutos de conversión.  Estas palabras de Juan son las que van a motivar la pregunta que inicia el evangelio de este domingo: “Entonces, ¿Qué tenemos que hacer?”.  Hay que prestar atención a los grupos de personas que llegan hasta Juan.  Se nombra explícitamente a los publicanos y a unos militares.  Unos y otros eran grupos sociales no bien vistos  por la gente sencilla de Israel, pues desde sus respectivas actividades (unos cobraban los impuestos y otros estaban al servicio del poder político) abusaban del pueblo y hacían su vida más difícil.  Sin embargo, también algunos publicanos y militares se acercaron hasta Juan.  En la pregunta que le dirigen podemos entrever un deseo de arrepentimiento y de ganas de cambiar.  Estaban, por fin, colocándose en la senda adecuada.   Posiblemente mucha gente les miraría con malos ojos cuando se acercaron hasta el Bautista.  Y se preguntarían: “¿qué hacen éstos aquí?”.  Afortunadamente Dios no se deja atar por nuestros prejuicios…  También para ellos, también para los que en su vida han actuado alguna vez mal está dirigida la Salvación de Dios.  Para todos.  Basta escuchar la voz de Dios y querer emprender el camino de la conversión.
Si a los publicanos y militares Juan les había pedido que no estafaran y que no abusaran de nadie, a la gente les pide que compartan.  Si con una túnica tienes suficiente, hay otro hermano que ni siquiera tiene una.  Nosotros, que escuchamos este evangelio y ni extorsionamos ni abusamos de la gente, es, entonces, el mensaje del compartir y del ser solidario el que nos afecta directamente. 
Un detalle bonito de este evangelio es que la gente, el pueblo, estaba expectante.  Esperaba no una época de bonanza económica o de prosperidad política, esta gente esperaba al Mesías.  Deseaban que llegara este enviado de Dios. ¿Tenemos nosotros ese mismo deseo de encontrarnos con Jesucristo?  Por eso, ellos, confundieron al Bautista con el Mesías.   Juan será un hombre humilde y reconocerá que él solo es quien prepara el camino al Mesías. 
Ojalá que en nuestros corazones también esté el deseo de encontrarnos cada día con Jesús.  Que no olvidemos que también cada uno debemos hacer nuestro particular camino de vuelta a casa, nuestro camino de conversión. Y que es necesario, urgente e indispensable que ayudemos con nuestro tiempo y nuestros bienes a remediar la indigencia de tantos semejantes nuestros. Éste será, no el único, pero sí un precioso fruto de nuestra conversión y de nuestro amor a Jesús.


Rubén Ruiz Silleras.

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