Comentario evangélico. Domingo 5 C Ordinario.

Domingo V del Tiempo ordinario. Ciclo C. 10 de febrero de 2013.  Lucas 5,1-11.

¡MAR ADENTRO!

          La gente deseaba escuchar a Jesús. Casi nada. Esta primera afirmación del evangelio nos puede servir para que pensemos cada uno en las ganas con las que escuchamos o buscamos a Jesús.
          Pero sigamos, la escena central viene a continuación: el protagonista fundamental es Pedro.  Jesús que ha subido a su barca para enseñar desde ella a la gente, ahora, cuando ha terminado su enseñanza se fija en el patrón de la embarcación: un hombre curtido por el sol de Galilea, con las manos rudas, propias de un pescador que trabaja con ellas.  Jesús vería también más allá de los rasgos físicos. Vería un hombre bueno, un hombre de fe.  Jesús le anima a que entre en el lago y eche las redes para pescar.  La respuesta de Pedro no se hace esperar, con sus compañeros han estado toda la noche faenando y no han  pescado nada.  Pero, en vez de ser maleducado y rechazar la oferta de Jesús, Pedro se muestra muy respetuoso.  La palabra de Jesús  le merece un gran respeto, por eso contesta con esas palabras que son, a la vez, una confesión de fe: “en tu palabra echaré las redes”.  Esto es la fe, fiarse totalmente de Dios, aún cuando todo parece en contra.  
          Adentrados en el mar,  el resultado de esta pesca va a superar con creces todas las  expectativas. Ahora, Pedro se postra ante Jesús y le pide perdón. Quizás obedeció la palabra de Jesús pero no lo hizo totalmente convencido. Ahora ha desaparecido toda sombra de duda.  Antes, en la orilla, le había llamado Maestro (título respetuoso) ahora, le llama Señor.  Ahora reconoce que Jesús es el hijo de Dios.  Jesús no solo no reprocha a Pedro su fe dubitativa sino que lo elige para su misión, a él y a Santiago y Juan. Jesús no busca super-hombres para su causa… busca a hombres y mujeres capaces de fiarse de Dios y de reconocer la propia debilidad.  Es lo que hará Pedro cuando se arrodillará ante Jesús.  Recibirá a cambio estas palabras de aliento: “No temas Pedro”.   La idea es preciosa: el cristiano, el discípulo nunca está solo.  Dios está siempre con él. No hay lugar, por tanto, para el temor.
Quizás pueda dar un poco de vértigo esta palabra de Jesús que hoy nos invita a no quedarnos parados en la orilla de nuestra vida.  Quizás hoy, con esta grave crisis que estamos viviendo, lo más prudente parecería no modificar nada, no arriesgar nada, porque no sabemos lo que va a pasar.  Sí, podría ser una opción, pero desde luego denotaría una enorme falta de fe en la Providencia.  Pedro, Santiago y Juan y tantos otros hombres y mujeres decidieron subirse a la barca de Jesús y remar mar  adentro.  Empeñaron en esta tarea su vida. Pero ninguna tormenta hizo naufragar su barca.  Al final, llegaron al puerto definitivo.  A esa ciudad donde el sol no se pone nunca y donde la vida ya no acaba nunca.  ¿Por qué no vamos a intentarlo nosotros?
           En tu palabra Señor, remaremos mar adentro.

Rubén Ruiz Silleras.

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