Comentario evangélico. Domingo 5 C Pascua.

Domingo V de Pascua, 28 de abril de 2013. Ciclo C, Juan 13,31-33a.34-35.

En su hora definitiva…

          Estas palabras de Jesús tienen un claro sabor a despedida.  Estamos en el cenáculo, la traición de Judas está a punto de consumarse.  Es la hora de hablar a los suyos claramente, es el momento de dejarles “su testamento espiritual”.  Aquellos principios de fe y de costumbres que la persona que se va ofrece a sus seres más queridos para que ellos, observándolos, puedan ser igualmente felices. Recuerda esta escena cuando Jacob, antes de morir, mandó llamar a sus hijos y les dirigió sus últimas palabras (Gn 49,1-27) o cuando el rey David dejó su testamento a su hijo Salomón (1Re 2,1-12). Si hemos tenido la oportunidad de acompañar a algún ser querido en su lecho de muerte, y éste nos ha dirigido algunos consejos…sabremos con cuánto cariño los hemos recogido y cuánto empeño hemos puesto en ponerlos en práctica en nuestra vida. Podría ser éste el marco vital para dar su justo valor a las palabras de Jesús en este domingo. Es verdad que el inicio de este breve evangelio no parece ser muy fácil de entender. En dos versículos Jesús utiliza 6 veces la misma palabra: glorificado y glorificará. ¿Qué quiere decir esto de la “glorificación del hijo del hombre”? Vayamos por partes. El “hijo del hombre” es un título que a Jesús le gustaba aplicárselo a Él mismo.  Por tanto ese “hijo del hombre” es Cristo mismo.    

         El que Jesús vaya a ser glorificado ¿quiere decir que va a ser entronizado como un rey humano, recubierto de ricos adornos y rodeado de ejércitos que le rindan honores?  No, todo lo contrario, la “glorificación” de Jesús es un término que utiliza exclusivamente el evangelista san Juan para referirse a la pasión y resurrección de Cristo.  Momentos definitivos de la vida de Jesús. Misterios centrales de nuestra fe, que culminaron la existencia de Jesús.  Ninguno de esos dos momentos tuvo gloria humana: en la pasión Jesús fue azotado, crucificado, abandonado. Su resurrección aconteció en el silencio de Dios.  Libremente aceptada su pasión, Jesús sabe que se acerca su “hora”, por eso se quiere despedir de los suyos y les deja su testamento espiritual: el mandamiento nuevo del amor.  Que resume toda la Ley y los profetas.  Que resume, en definitiva, la vida de Jesús.  Y este amor no debe ser cualquier amor.  Jesús nos dice: “amaos también entre vosotros”.  Que nadie piense que, su primera obligación, es amar a personas que están a miles de kilómetros de su vida.  Jesús ha querido insistir que nuestro deber de amar empieza por los que están “entre nosotros”.  El amor debe comenzar en nuestra propia casa.   La cruz de Jesús es un signo absoluto de amor, por eso es la señal de los cristianos. Así cada vez que hacemos la señal de la cruz debemos recordar que estamos llamados a  vivir cada día practicando el amor “entre nosotros” tal y como Jesús nos ha enseñado.  Este es el legado espiritual de Jesús. Nadie nos obliga a aceptarlo. Solo se acepta por libremente, por amor. 

 

Rubén Ruiz Silleras.

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