Comentario evangélico. Corpus Christi C.

Domingo del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, 2 de junio de 2013. Ciclo C, Lucas 11b-17.

Las dos “hambres”.

        Este relato de la multiplicación de los panes lo encontramos en toda la tradición evangélica.  Los evangelios de Mateo (14,15-21), Marcos (6,35-44) y Juan (6,5-10) han recogido la misma escena con algún pequeño matiz, pero en los cuatro relatos encontramos el mismo mensaje.  En nuestro caso, el evangelista Lucas nos sitúa este “milagro” en un lugar abierto donde era más fácil que la gente que seguía a Jesús se pudiera congregar.  Por el contexto de nuestra perícopa podemos saber que esta escena se habría desarrollado en las cercanías de Betsaida (Lc 9,10). La primera frase con la que empieza este relato nos sitúa esta escena en la clave auténtica desde la que hay que comprenderla: esta multiplicación no es un acto mágico de Jesús sino que se encuadra dentro de su actividad como Maestro.  Lo dice el texto: Jesús se puso a hablar del Reino de Dios y curó a los que lo necesitaban. 

        Este es el resumen de la actividad de Jesús: anunciar el amor de Dios a los hombres a través de las palabras (hablar del Reino de Dios) y a través de los gestos (curar, dar de comer..).   Sí, es cierto, Jesús con esta multiplicación quiso aliviar la necesidad de los muchos que le seguían.  Pero también Jesús quiso entregar a sus discípulos una enseñanza preciosa y que nunca podremos olvidar.  Esa enseñanza está contenida en el: “Dadles vosotros de comer”. Las objeciones que los discípulos pusieron a Jesús son humanamente comprensibles.  Era un gentío el que estaba en torno a Jesús y en un descampado.  ¿De dónde iban a sacar comida para tantos?  Aunque contemplando más serenamente el texto podríamos pensar que sí, que los discípulos sí que podían haber hecho algo por esa multitud.  ¿Acaso Jesús con la pregunta a los suyos no les estaría indicando que no solamente existe el hambre material?  El mismo Jesús había dicho en otra ocasión que "Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios." (Mat 4,4).  Sí, los suyos podían haber satisfecho el “hambre de Dios” que la multitud tenía. Este “hambre de Dios” no quiere decir, lógicamente, que nos tengamos que olvidar del “hambre material”.  A quien tenga hambre hay que darle de comer, sin duda. Y todos sabemos que es esta una de las mayores obras de amor.  Pero tampoco debemos olvidar que hay mucha gente satisfecha de comida, pero vacía de Dios.

          Ambas “hambres” no son excluyentes ni se repelen. Para un cristiano deben ir unidas. Los cuatros verbos finales que tienen como sujeto a Jesús nos confirman este principio: Jesús satisface el hambre material de la multitud (partió [los panes] y se los dio) no sin antes alzar la mirada al cielo y pronunciar la bendición. Solo podremos llevar a Cristo a los demás si antes nosotros nos hemos alimentado de Él.  Esta experiencia de Dios será la que nos empuje a ayudar a nuestros hermanos.  En este tiempo tan difícil que no les falte, al menos, el alimento material y el espiritual.

Rubén Ruiz Silleras.

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