Comentario evangélico. Domingo 11 C Ordinario.

Domingo XI del tiempo ordinario, 16 de junio de 2013. Ciclo C, Lucas 7,36-8,3.

     Su pecado no le robó el amor.
     
      En un principio, uno podría fijar toda su atención en Simón, el fariseo que invitó –con insistencia- a Jesús a su casa y que luego –en su interior- criticó la acogida que Jesús ofreció a esta mujer.   Es cierto que la actitud de Simón será la que motive la enseñanza de Jesús (con el ejemplo del prestamista y los dos deudores) destinada a reprobar su actitud y la de todos los que como él piensan que el pecado solo está en los demás.
       Sin embargo, la enseñanza de este evangelio para todos nosotros se cifra en las palabras que Jesús dirige a Simón y que tienen como protagonista a la mujer: a esta mujer se le han perdonado sus pecados porque tiene mucho amor. Estas palabras de Jesús nos pueden ayudar a fijarnos más en la mujer. El evangelio nos dice que era una pecadora. De eso no hay duda. Pero su pecado no le robó el amor, ni las ganas de seguir adelante, ni el valor para pedir perdón, ni la humildad para entrar en un entorno hostil (una comida de hombres), ni la audacia para hacer gestos extraordinarios… De todo punto la descripción de los gestos y actitudes de esta mujer son, cuando menos, elocuentes.  Podría suceder que nuestro propio pecado –del que tampoco nos puede caber duda- nos robara un poco la alegría, las fuerzas para seguir adelante, la ilusión por convertirnos… Podría darse el caso que nuestro pecado hiciera disminuir nuestro amor a Dios. Si alguna vez nos hemos sentido así este evangelio viene a remediar y a sanar estos pensamientos.  Sí, somos pecadores pero eso no debe ser un obstáculo para amar profundamente a Dios. Basta meditar la secuencia de verbos que describen el acercamiento de esta mujer pecadora a Jesús: “se enteró, vino, se colocó junto a sus pies, llorando le regó los pies, se los enjugó con sus cabellos, los cubrió de besos y se los ungió con perfume”. Imaginando esta escena, ante la atónita mirada de Simón y los convidados…uno solo puede pensar en qué grande sería el amor que esta mujer sentía por Jesús.  Los convidados no supieron leer este acto de amor y reprocharon a Jesús que le perdonara los pecados a la mujer.  Quizás ellos se sintieron denunciados ante una muestra de amor tan grande y prefirieron mantenerse en su sistema de leyes y normas.
      El nombre de esta mujer no aparece en el evangelio.  Es una mujer anónima.  Difícil es pensar que Jesús no le hubiera preguntado su nombre o no se hubiera interesado por averiguar cómo se llamaba.  En cualquier caso Lucas no nos lo ha transmitido.  Quizás (para mí, con toda probabilidad), es algo deliberado.  De esta forma nos está invitando a todos los que escuchamos este evangelio a que nos identifiquemos con esta mujer. A apropiarnos de la secuencia de verbos que hemos contemplado: busca a Jesús, acércate a Él, ponte a su lado, dile lo mucho que te has equivocado, pero dile también y muéstrale lo mucho que lo amas.


Rubén Ruiz Silleras.

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