Comentario evangélico. Domingo 16 C Ordinario.
Domingo XVI del tiempo ordinario, 21 de julio de 2013. Ciclo C, Lucas 10,38-42.
Ni Marta ni María, lo importante: la Palabra de Jesús.
Por el método de la ciencia bíblica conocido como “intertextualidad” podemos afirmar, con mucha seguridad, que Jesús se ha detenido en Betania, una aldea muy cercana a Jerusalén. Así nos lo relata el evangelio de Juan (comparamos el texto de Lucas con el de Juan) cuando nos menciona en Jn 11,1 Betania asociada a Marta, María y Lázaro. Además Jn 11,5 afirma que “Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro”. En nuestro texto no aparece Lázaro, pero sí las dos hermanas. Y esta frase de Juan es un punto de apoyo fundamental para entender precisamente este evangelio: Jesús amaba a estas personas. Por tanto no hay que entender sus palabras como una regañina sin más a Marta. No hay que entender que Jesús contrapone la actitud de Marta con la de María.
No hay que entender que debemos ser Marías y no Martas. No sería justo derivar de este evangelio que lo único válido es la contemplación y no la acción. Jesús amaba a Marta igualmente que a María. El pueblo judío era un pueblo muy acogedor con los huéspedes o visitantes. Desde los tiempos de los patriarcas, cuando Israel no era un pueblo propiamente y no tenía una tierra propia, existía la ley de la hospitalidad. Por la cual todo huésped o caminante debía ser tratado con la máxima atención y después ser ayudado para seguir su camino. Marta recoge aquél espíritu de hospitalidad y quiere ofrecer al Señor lo mejor. Por eso se afana en disponer las cosas para que no le falte de nada. Y aquí, no hay nada que reprocharle a Marta. Por tanto, la acogida, la hospitalidad y el servicio no son puestas en entredicho por Jesús. Pero la clave de este evangelio, a mi entender, no es ésta. Tampoco lo es la actitud de María. Sino un elemento que es mencionado muy rápidamente y que, sin embargo, es lo fundamental. Sí, se trata de la Palabra de Jesús.
El caso es que Jesús ha entrado en casa de Marta y María y está predicando, en este caso, ante personas que quiere. ¿Qué hace entonces Marta que no está escuchando a Jesús? ¿No ha caído en la cuenta que Jesús quiere antes que le escuche? Quizá (con toda seguridad) después de escucharle el servicio le resultaría menos pesado. En cambio, su hermana María, ha adoptado la actitud del discípulo (sentada a los pies del Señor) para escuchar atentamente todas y cada una de las palabras del Señor. Y ahora debemos reflexionar ante este evangelio. Podemos hacer obras de caridad, de misericordia, de servicio a los pobres, podemos trabajar desde el compromiso social, lo podemos hacer, incluso, en el nombre de Jesús, pero sin escucharle a Él. Sin llevar vida de oración. Sin vivir los sacramentos. Pero podemos hacer también lo contrario. Escuchar a Jesús, vivir en intimidad con Él y eso, seguro, hará que todo nuestro obrar sea más auténtico. Jesús amaba a Marta y a María. Jesús te ama también a ti. Déjale que te demuestre su amor.
Rubén Ruiz Silleras.