Comentario evangélico. Domingo 7 Ordinario, ciclo A
Domingo VII del Tiempo ordinario, ciclo A. 23 de febrero de 2014. Mateo 5,38-48.
HACER LO EXTRAORDINARIO
Seguimos contemplando el capítulo 5 del evangelio de san Mateo. Como el domingo pasado también hoy Jesús sigue dándole pleno sentido a la ley antigua. Todos nosotros seguimos corriendo en el estadio de esta vida. Y no vivimos solos ni aislados. Las leyes sirven para regular y ordenar la vida en sociedad. La ley de Jesús es un instrumento para hacer de nosotros hombres y mujeres más libres y más perfectos.
La primera ley antigua que Jesús cita para llenarla de sentido es la conocida ley del Talión. Nos causa rechazo esta ley, invita a la venganza. Si bien hay que decir que en su origen cuando esta ley fue introducida en la legislación israelita significó un avance, pues estableció la proporcionalidad. Es decir si a ti un vecino te quemaba la mies por envidia, tú no le podías pagar asesinando a su hijo, sino quemándole su mies. En el contexto del Oriente antiguo esta ley suponía un avance en el sentido de la justicia. Pero Jesús siempre va más allá. Y por eso nos va a invitar no a la proporcionalidad sino al perdón. Éste, el perdón, es una de las primeras leyes del evangelio. Las actitudes a las que nos invita Jesús no son las actitudes del mundo o las que se considerarían razonables: ¿poner la otra mejilla? ¿Perdonar al que me ha agraviado? Sí, Jesús desde luego nos está pidiendo respuestas extraordinarias, fuera de lo normal, a situaciones de la vida que son muy frecuentes.
Y esto no acaba aquí. Se trata además de amar a nuestros enemigos y orar por ellos. Pero, ¿no es suficiente con perdonar al que me ha ofendido y luego olvidarme de él? No, no es suficiente. Tienes que amarle. Estas palabras de Jesús son difícilmente interpretables en otro sentido: Amar significa amar, no tolerar, ni olvidar, ni consentir… No valen los rodeos ni los atajos.
¿Quién no quiere a los que le quieren? Sería una temeridad. Esto mismo pasaba en tiempos de Jesús. El corazón del hombre no ha cambiado tanto. También aquellos hombres querían a sus seres queridos. Pero hoy, entre nosotros, ¿quién es capaz de querer a los que no le quieren, a los que te pagan con indiferencia, a los que no corresponden a tus atenciones? La respuesta es difícil. Desde la fe sí sabemos quién es capaz de hacer esto: Dios. Sí, porque Dios es perfecto y quiere a todos sus hijos (a buenos y malos) con locura. Es pues Dios el espejo donde tenemos que mirarnos para intentar ser mejores, o ser perfectos.
Y no hay que esperar a mañana. Hoy. En el ascensor, en la calle, en tu familia, en el grupo parroquial o movimiento apostólico, en el supermercado,… nos vamos a cruzar con personas. A las que tenemos que demostrar que intentamos hacer lo extraordinario con ellas, lo que no es normal, lo que no se espera que hagamos: amarlas y perdonarlas de corazón, sin reparos ni titubeos.
Ante una tarea tal solo podemos acudir a Ti Señor, para que suplas con tu Gracia nuestra pobreza y nos ayudes a vivir cada día haciendo lo extraordinario. Por amor a Ti.
Rubén Ruiz Silleras.