Comentario evangélico. Ascensión del Señor, ciclo A.
Domingo VII de Pascua, ciclo A. La Ascensión del Señor. 1 de junio de 2014. Mateo 28,16-20.
Punto de salida: Galilea.
Allí en Galilea empezó todo. Allí, en Galilea ha de continuar todo. Galilea fue el punto de partida de la predicación pública de Jesús y ahora Galilea es el punto de salida para la misión de los discípulos.
Así empieza nuestro evangelio de hoy: con los once regresando a Galilea por indicación del mismo Jesús. Galilea es signo de lo sencillo, lo humilde, lo cotidiano, el trabajo… Jesús al inicio de su ministerio llamó a sus primeros discípulos en medio de las faenas de la pesca. Es verdad que Dios puede usar formas extraordinarias para que sintamos su presencia, pero generalmente suele usar el lenguaje de lo ordinario, de lo sencillo. Hablar de Galilea para un cristiano es entender que Dios se quiere hacer presente en tu vida tal y como hoy está. Por tanto, no hay que esperar una situación ideal en nuestra vida para pensar que solo entonces Dios se acordará de nosotros. No, hoy también a todos el Señor nos llama, cualquiera que sea nuestra situación.
Volvamos ahora al texto. Una vez en Galilea Jesús se hace presente. Los suyos se postran ante el Señor en un gesto lleno de respeto y de cariño hacia el Resucitado. Dice el evangelio que algunos vacilaban. El verbo griego que utiliza el texto (distazo) también se puede traducir por: “dudar, desconfiar”. No hay posibilidad pues de acomodar la traducción. Es claro lo que dice. Pero, en mi opinión, no nos ha de asustar que algunos de los discípulos desconfiaran de Jesús (¿quién no ha dudado alguna vez?), lo realmente bonito es ver la reacción de Jesús ante esta duda. El texto dice cómo Jesús se acercó a ellos. A todos. No excluyó a los que habían dudado. Y a todos les hizo el encargo de la misión. Dios sabe de nuestra debilidad y de nuestra pobreza, cuenta con ella, pero con la ayuda de su gracia, Dios puede hacer de nosotros verdaderos testigos.
Aquí, en Galilea, Jesús manda a los suyos a la misión. Las órdenes son precisas: hacer discípulos, bautizarlos y enseñarles a guardar todo lo que Él ha enseñado. Para un cristiano que vive lleno de gozo su fe no hay cosa más grande que invitar a alguien a que conozca al Señor y así que pueda participar de la alegría de la fe. No hay que inventar nada nuevo para acercar a alguien hasta Jesús. Se trata de enseñarles lo que Jesús vino a contarnos de parte del Padre: el evangelio, la Palabra de Dios es el primer catecismo. El testimonio de la Tradición de la Iglesia y el testimonio personal y gozoso de la fe serán otros catecismos necesarios para invitar a otros a la aventura de la fe.
A veces se oye decir entre los cristianos: “es que somos cada vez menos y más mayores…” Desterremos, por favor, el pesimismo. Tenemos la mejor de las promesas: el Señor está con nosotros todos los días, cada día, hasta el fin del mundo. Desde nuestra Galilea particular, vayamos, salgamos a hacer discípulos de Cristo.
Rubén Ruiz Silleras.