Comentario evangélico. Domingo 13 Ordinario, ciclo B.
Basta que tengas fe
Los filósofos del lenguaje y de la lógica al analizar la proposición de Jesús “basta que tengas fe” dirían que se trata de un enunciado que expresa una condición necesaria y, al mismo tiempo, suficiente para que el Señor de cielo y tierra realice el milagro que le pide Jairo. O lo que es lo mismo: el Hijo de Dios condiciona su poder ilimitado/libertad irrestricta a que el jefe de una sinagoga acompañe la petición de un milagro con la fe propia de su libertad limitada. Así es él. Así lo manifiesta la Escritura: “Mira, estoy a la puerta y llamo: si alguno escucha mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo”. Así lo manifiesta la experiencia cristiana de, por ejemplo, Lope de Vega, al proclamar conmovido “qué interés se te sigue, Jesús mío” para estar a las puertas de su vida, esperando y sin ceder ante tanta ingratitud. Si la semana pasada en estos apuntes hablaba de contemplación activa, hoy tengo que hacerlo de la libertad que abre las puertas de la vida a la llamada divina. Libertad que es piedra sobre la que se construye la amistad. ¡Qué deseo tiene Dios de que los seres humanos tengamos amistad con él!
Amistad supone tiempo. Amistad supone confianza. Amistad supone compromiso. Amistad supone comunión. Si no me equivoco, podría decirse que es lo mismo que requiere la fe para ser verdadera. Es esta una reflexión buena para todo tiempo, pero quizá más apropiada cuando los calendarios señalan que el verano ha llegado y casi todos aspiramos a tener un tiempo libre más holgado que durante el resto de las estaciones. Un tiempo que solo se colma si se ofrece a Dios en la fe. El tiempo es tiempo de espera y oración, poniéndolo todo bajo la mirada de Dios que sabe darnos lo necesario cuando es conveniente. La confianza es la situación del niño ante el padre, sabiendo que nunca le dará una piedra en vez de pan. El compromiso supone acción y anuncio: pongo mis panes de cebada para que Jesús realice el milagro y me comprometo a dar gracias por el milagro y a anunciarlo a todos los hombres mis hermanos. La comunión supone participar de la misma vida, no solo de las ideas. La comunión no es una conquista humana, sino el don de Dios en Cristo, la iglesia y los sacramentos. Aquí está la escuela de la fe. No hay otra.
La bienaventurada siempre Virgen María es lo que es precisamente por abrir las puertas de su intimidad más profunda, su espíritu, al plan de Dios. Su elección por parte de Dios Trinidad y la respuesta en apertura total por parte de María es, sin duda, la gran noticia que todavía sigue conmoviendo (y que seguirá haciéndolo) a la humanidad y a la naturaleza enteras.
José Antonio Calvo Gracia