Comentario evangélico. Domingo 3 Adviento, ciclo C.
¿Entonces qué?
Entre el “preparad el camino del Señor” del segundo domingo de Adviento y las exhortaciones a vivir la justicia y el compartir de este, hay cuatro versículos que conviene tomar en consideración: son palabras gruesas dirigidas a aquellos que piensan que la fe es cosa de familia. “Raza de víboras” es el calificativo del Bautista para aquellos que se escudaban en la pertenencia a la familia de Abrahán para vivir una fe sin compromiso.
No debe extrañarnos la reacción de todos aquellos que acudían a la orilla del Jordán y se encontraban con el mayor de los nacidos de mujer. Una perplejidad que es la que les lleva a preguntar: si venimos a bautizarnos y nos dices que no es suficiente, incluso nos insultas, “entonces, ¿qué debemos hacer?”. Y Juan tiene una respuesta para cada uno. A la mayor parte del pueblo, que comparta. A los publicanos, que no roben. A los soldados, que no extorsionen. A cada uno le pide una conversión actual y eficaz que se concrete en frutos de justicia y obras misericordia. Y a todos, que esperen al que “os bautizará con Espíritu Santo y fuego”.
Entonces, ¿todavía hay que esperar? Sí. Si el Señor no viene en ayuda de nuestra fragilidad; si el bautismo es un mero rito y la confirmación un mero compromiso, el descalabro está asegurado, por la sencilla razón de que estos actos serían exclusivamente la afirmación de la bondad del hombre y de su autosuficiencia. Y esto es precisamente lo que no somos: autosuficientes. Es necesario que el Prometido venga para que él mismo lleve a término la obra que él mismo había comenzado: nuestra santificación o nuestra deificación. Como queramos denominarla. Por esta razón, la iglesia nos invita a unir la Navidad con la Pascua. El admirable intercambio de la Encarnación -Dios que se hace hombre, para que el hombre se haga Dios- se cumple en la Pascua: Dios-Hombre se hace hombre hasta la muerte y, resucitando, nos hace hijos de Dios de manera que la muerte es un umbral de vida.
Conversión y gracia. La gracia, la más importante. María, puerta de la misericordia. Ora pro nobis.
José Antonio Calvo Gracia