Comentario evangélico. Domingo 26 Ordinario, ciclo C
La orgía de los disolutos
Los profetas no tienen complejos ante los hombres: al pan, pan y al vino, vino. O en el caso de Amós, el cuidador de ovejas y cultivador de higos, “la orgía de los disolutos”. El profeta mira a dos cumbres de su país -Sión y la montaña de Samaría para descubrir que los altivos, los que viven de acuerdo con costumbres paganas, por mucho que pisen el monte del Señor, irán a la cabeza de los que caminan a la perdición. Es decir, “se acabará la orgía de los disolutos”. De los que han disuelto su personalidad en la hoguera de los vicios. Habla de riquezas: lechos lujosos y sofás, buenos caldos en mejores copas, lociones y cosméticos. Comodidad. O vanidad. O vaciedad de vaciedad. Como Epulón. Mientras tanto, Lázaro permanece echado en el portal, sin quejarse, vive muriendo. Y, aunque en modo de parábola, se cumple la paradoja cristiana: muriendo, vive. Nunca ha banqueteado, pero ahora está en el monte del Señor. Elevado por fuerzas angélicas es transportado, ahora sí, a la única altura a la que no puede subir un hombre con sus fuerzas de hombre ni con sus riquezas de rico. En la tierra, tenía deseo de vida. Ahora, muerto, vive y recibe el consuelo. Al otro lado del “abismo inmenso”, Epulón se ha convertido en pobretón. Pobre de todo, hasta de esperanza, que eso es la condenación.
El nombre de Epulón parece proceder del que correspondía a aquellos miembros del último de los cuatro colegios sacerdotales de la Antigua Roma: los que cuidaban de los banquetes para aplacar la ira de sus dioses paganos. Así, con un vestido impropio para un hijo de Abrahán, de lino blanco con el borde púrpura, como el que llevaban estos sacerdotes, “banqueteaba cada día”. Corrupción de costumbres: vive como un pagano y se olvida del prójimo. También el cristiano de hoy puede caer en estas redes perversas que tienen forma de estructura de pecado, esas situaciones sociales o instituciones contrarias a la ley divina, expresión y efecto de los pecados personales. Pensemos en el liberalismo, en sus formas de capitalismo o materialismo. Pensemos en la deificación del estado del bienestar y en su defensa a ultranza y a cualquier precio.
Epulón, un nombre genérico, frente a Lázaro que significa “Dios ha ayudado…”. No basta con la exhortación a compartir en justicia.Es necesario que seamos “lázaros” ante Dios, que saben que su única esperanza es Jesucristo. Que nos la muestre María, puerta de la Misericordia.
José Antonio Calvo