Cinmentario evang´lico: De Ramos a Pascuas, ciclo A.
DÍPTICO: DOMINGO DE RAMOS Y DOMINGO DE RESURRECCIÓN
De ‘Ramos’ a ‘Pascuas’ Perdónenme esta insolente infracción para con el refranero español. Sí, ya sé que la sabiduría hispánica dice ‘de Pascuas a Ramos’, pero es que no quiero hablar de ella: quiero hablar de la sabiduría cristiana, que es tan paradójica como que en la cruz está la vida. Como repite uno de nuestros seminaristas, Hollman, “el crucificado es el resucitado”. Y yo añado: y el crucificado y resucitado es nuestro salvador Jesucristo, el que siendo verdadero Dios es verdadero hombre, “se despojó de sí mismo, tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres”, “hecho obediente hasta la muerte” y al que Dios “exaltó sobre todo”. Así que, doblando las rodillas, nuestras lenguas proclamen “Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”. Si creemos esto, entenderemos que la Semana Santa no es tiempo de retraimiento, sino de adoración. Y de adoración en el misterio, que en Ramos manifestamos cantando hosannas y agitando palmas y ramos de olivera ante el Jesús que entra en Jerusalén, la ‘ciudad del gran rey’ que ‘matas a los profetas y apedreas a quienes te han sido enviados’; mientras que en Pascua lo hacemos alegrándonos y corriendo para regresar a los nuestros para comunicarles que Jesucristo ha resucitado, escuchar las escrituras y partir el pan.
‘Hosanna’ para un Domingo de Ramos
En este domingo, parece que hay dos celebraciones juntas: una conmemora la triunfal entrada de Cristo en Jerusalén, la otra es la misa en la Pasión. Antes se distinguía con el uso de dos colores litúrgicos: el rojo, para la procesión; el morado, para la misa. Hoy solamente el rojo, la púrpura, que es como un gran telón que nos indica que comienza el único drama que nunca caduca: el que viene en nombre del Señor, su Siervo, va a morir, va a entregar su Espíritu. Horas amargas gracias a las cuales podemos orar diciendo ‘Padre’, ‘Abba’, ‘Abba nuestro…’. El ‘hosanna’ del Domingo de Ramos es como el ‘hosanna’ de todas y cada una de las misas en el ‘Santo’, el breve himno con el que nos unimos a la liturgia celeste al fin del prefacio: es la aclamación con la que señalamos la realeza y divinidad del que va a ser sacrificado. Porque tanto la crucifixión y muerte de Jesús, como la misa, es lo mismo: el sacrificio del que ha sido herido “por los pecados de mi pueblo”, del que “tomó el pecado de muchos” y cargando/muriendo por/con él, es “autor de salvación eterna”. Esta Pasión se celebra como memorial en la misa, en todas las misas y, de un modo muy significativo, en la del Jueves Santo: es la Pascua de la Cena del Señor, que lava los pies, ama hasta el extremo, se hace realmente presente en el trigo molido y en la uva pisada. Esta Pasión se proclama, se invoca, se venera y se comunica en la celebración del Viernes Santo. Y esta Pasión forma parte del cuerpo glorioso del resucitado, le hacereconocible.
‘Alegraos’ para una Pascua
El Señor resucitado sale al encuentro y saluda con tres imperativos: “Alegraos”, “no temáis”, “id”. Este es el mensaje del Hijo de Dios en el primer momento visible tras su Resurrección. Ya no puede haber tristeza, ya no puede haber desconfianza, ya no puede haber parálisis, “porque la muerte ya no tiene poder sobre él”. Y lo mismo nosotros: “consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús”. No sé por qué, pero la predicación de la Pascua me resulta complicada… ¡¡¡Es tan grande!!! Por eso, dejo hablar al obispo Melitón de Sardes. De fines del siglo II es su homilía ‘Peri Pascha’. O lo que es lo mismo, ‘Sobre la Pascua’. Tenemos una cuidada edición en español gracias a dos sacerdotes de la diócesis de Zaragoza, don Javier Ibáñez y don Fernando Mendoza. Nunca les agradeceremos suficientemente este trabajo. Vean qué belleza:
Soy Yo, en efecto vuestra remisión; soy yo, la Pascua de la salvación; yo el cordero inmolado por vosotros, yo vuestro rescate, yo vuestra vida, yo vuestra luz yo vuestra salvación, yo vuestra resurrección, yo vuestro rey… Él es el Alfa y el Omega. Él es el principio y el fin. Él es el Cristo. Él es el rey. Él es Jesús, el caudillo, el Señor, aquel que ha resucitado de entre los muertos, aquel que está sentado a la derecha del Padre...
Sólo me queda añadir: Amén. Aleluya.
José Antonio Calvo