Comentario evangélico. Dopmingo 6º Pascua, ciclo B.
No se vive como Jesús si no se ama
Seguro que todos recordamos con cariño a algún maestro de la infancia, de los años mozos, o de la universidad. Esos buenos maestros nos repetían los conceptos claves más de una vez, incluso en la misma clase. Quizá nos parecería aburrido entonces, pero ellos solo buscaban que se nos quedara bien grabado un concepto clave.
Vamos ahora con nuestro gran maestro, Jesús. En el evangelio de este domingo vamos a encontrar reflejada la repetición de un mismo concepto con una clara finalidad educativa. Nos encontramos en el cenáculo. Sentado a la mesa con los suyos, Jesús les dirige sus últimas palabras que son extraordinariamente significativas, pues tienen sabor a despedida, a testamento espiritual. En ellas tenemos un concepto clave repetido hasta 9 veces. Se trata del amor: ya sea formulado en tiempo verbal (amaos, amado), ya sea como sustantivo (amor). Esta es la clave de bóveda en la que se fundamenta todo el discurso de Jesús. Este amor de Jesús no nace de la nada, tiene su fundamento en Dios mismo. Jesús ha aprendido a amar sintiéndose amado por su Padre.
Después de haber explicitado cuál es el origen de su amor, formula una petición directa y clara: debemos permanecer en su amor. O dicho de otro modo, debemos amar como él nos ha amado. Aprender de su ejemplo, para nosotros amar a los demás a su estilo. Una ayuda será la observancia de los mandamientos. Que si lo pensamos serenamente no son leyes rígidas que buscan ahogar nuestra libertad. Son pautas, indicaciones que nos ayudan a realizar lo que Jesús nos pide y que, de nuevo, se condensan en la obligación de amar a nuestro prójimo. Efectivamente, respetar al otro, no mentirle, no codiciar sus bienes… son todos actos de amor hacia esa persona.
Esta petición de Jesús no es la que realiza un superior sobre unos inferiores. Entonces estaríamos hablando de una orden, cuyo cumplimiento debe ser obligatoriamente observado por todos. No es el caso, Jesús está hablando de amigo a amigo. El contexto no puede ser más cálido y favorable: mal amigo de Jesús sería aquel que no se esforzará en corresponder con su vida a lo que Jesús ha pedido.
Acaba este evangelio con dos ideas importantes: Jesús ha sido quien nos ha elegido y nos manda a la misión, a la vida para que demos fruto. Ese fruto no puede ser otro que el que resulta de vivir el amor cristiano. Sí, nos queda claro, la causa de Jesús es cuestión de amor. Ahora debemos demostrarlo en nuestras vidas.
Rubén Ruiz Silleras