Comentario evangélico. Domingo 28º Ordinario, ciclo B.
¿Cuál es tu riqueza?
Miramos con cariño al joven rico
Lo fácil sería decir que este hombre que se acercó hasta Jesús fue un egoísta y un maleducado al dar la espalda al Señor. Sería, sí, una lectura superficial del evangelio. Vamos a verlo con más serenidad. Un hombre se acerca hasta Jesús y le pregunta qué ha de hacer para heredar la vida eterna. La respuesta de Jesús no le convence y se marcha prefiriendo conservar su riqueza. Pero vayamos al momento anterior, en primer lugar nos encontramos ante un hombre bueno, que salió al encuentro de Jesús, fue corriendo y se arrodilló ante Él. No cualquiera se arrodilla ante otra persona, y menos lo hace un hombre soberbio y seguro de sí mismo. Arrodillarse ante Jesús significa creer en Él, reconocer su condición divina. Este hombre está buscando heredar un día la vida eterna, por tanto es un judío creyente, que cree en las promesas de Dios y espera en ellas. Es un hombre bueno porque desde pequeño cumple los mandamientos. ¿Podríamos decir lo mismo cada uno de nosotros? En otros casos hemos visto cómo Jesús mira con ira a aquellos hombres que tienen el corazón duro, a este hombre le mira con cariño (el texto griego dice que: “mirándole le amó”, nuestra traducción es, por tanto, muy acertada).
Puedes dar más
Jesús reconoce el valor de este hombre. Pero Jesús, que siempre quiere sacar lo mejor de nosotros mismos, le pide más. Le pide que se abandone totalmente en Dios y abandone aquello que le tiene cogido también el corazón: su riqueza, sus bienes materiales. Y es en ese momento cuando este hombre se retira. Seamos indulgentes con este hombre, ¿quién de nosotros no tiene alguna “riqueza” (del tipo que sea) que nos separa o nos aleja de Jesús?
El dinero puede corromper el corazón, sí
Jesús aprovecha esta escena para impartir una enseñanza a los suyos sobre la riqueza. Cuando el hombre pone toda su confianza en el dinero está situándose lejos del Reino de Dios, porque está sustituyendo al Creador por los bienes creados. Los discípulos reaccionan asustados. Jesús responde dando ánimos: no es imposible, Dios que lo puede todo, nos ayudará para ser hombres y mujeres más libres, más vacíos de ataduras humanas y más llenos de Él.
El joven rico fue un hombre bueno, que decidió no seguir a Jesús. A nosotros hoy, la Palabra nos invita a seguir a Jesús con el corazón entero. A poner solo nuestra confianza en Él. Que sea el Señor nuestra mayor riqueza, esa que no corrompe el corazón, esa que puede darnos la mayor felicidad. ¿Cuál es tu riqueza?
Rubén Ruiz Silleras