Comentario al evangelio. Domingo 5º Ordinario, ciclo C
¡En tu palabra Señor, remaremos mar adentro!
¿Y yo?
La gente deseaba escuchar a Jesús. Esta primera afirmación del evangelio nos puede servir para que pensemos cada uno en las ganas con las que escuchamos o buscamos a Jesús.
Pedro, modelo de fe
La escena central viene a continuación: Jesús que ha subido a su barca para enseñar desde ella a la gente, ahora, cuando ha terminado su enseñanza se fija en Pedro y le anima a que entre en el lago y eche las redes para pescar. La respuesta de Pedro no se hace esperar, con sus compañeros han estado toda la noche faenando y no han pescado nada. Pero, en vez de ser maleducado y rechazar la oferta de Jesús, Pedro se muestra muy respetuoso. La palabra de Jesús le merece un gran respeto, por eso contesta con esas palabra que son, a la vez, una confesión de fe: “en tu palabra echaré las redes”. Esto es la fe, fiarse totalmente de Dios, aún cuando todo parece en contra.
Dios cuenta con nuestra debilidad
Adentrados en el mar, el resultado de esta pesca va a superar con creces todas las expectativas. Ahora, Pedro se postra ante Jesús y le pide perdón. Quizás obedeció la palabra de Jesús pero no lo hizo totalmente convencido. Ahora ha desaparecido toda sombra de duda. Antes, en la orilla, le había llamado maestro (título respetuoso) ahora, le llama señor. Ahora reconoce que Jesús es el hijo de Dios. Jesús no solo no reprocha a Pedro su fe dubitativa sino que lo elige para su misión, a él y a Santiago y Juan. Jesús no busca superhombres para su causa… busca a hombres y mujeres capaces de fiarse de Dios y de reconocer la propia debilidad. Es lo que hará Pedro cuando se arrodillará ante Jesús. Recibirá a cambio estas palabras de aliento: “No temas Pedro”. La idea es preciosa: el cristiano, el discípulo nunca está solo. Dios está siempre con él. No hay lugar, por tanto, para el temor.
En tu palabra, en tu nombre, contigo
Quizás pueda dar un poco de vértigo esta palabra de Jesús que hoy nos invita a no quedarnos parados en la orilla de nuestra vida. Quizás hoy lo más prudente parecería no modificar nada, no arriesgar nada, porque no sabemos lo que va a pasar. Pedro, Santiago y Juan y tantos otros hombres y mujeres decidieron subirse a la barca de Jesús y remar mar adentro. Empeñaron en esta tarea su vida. Pero ninguna tormenta hizo naufragar su barca. Al final, llegaron al puerto definitivo. A esa ciudad donde el sol no se pone nunca y donde la vida ya no acaba nunca. ¿Por qué no vamos a intentarlo nosotros? En tu palabra Señor, remaremos mar adentro.
Rubén Ruiz Silleras